¿Por qué en muchos de los sitios turísticos de China siempre se puede ver a una gran cantidad de personas vestidas con trajes antiguos? La explicación más común es que esto forma parte de la cultura china. Por supuesto, la cultura tradicional merece respeto, pero el problema es: ¿por qué los personajes que se representan repetidamente son casi siempre cortesanas, emperadores, príncipes y nobles, y no personas comunes? Detrás de este fenómeno, en realidad, se refleja una contradicción espiritual de larga data. China ha entrado en la sociedad moderna, pero en el plano espiritual, todavía está profundamente influenciada por las imaginaciones de la sociedad feudal.
Los países occidentales también tienen una historia de nobleza y conservan una gran cantidad de vestimentas y patrimonio arquitectónico de la antigüedad, pero en su comprensión de la “cultura”, rara vez ponen énfasis en la adoración de la propia identidad noble. Por el contrario, enfatizan más los logros del arte, la ciencia, los sistemas y la civilización moderna. La razón radica en que, en la experiencia histórica occidental, la nobleza y el monarquismo no son considerados símbolos dignos de admiración, sino una etapa histórica que debe ser superada.
En Europa, el sistema feudal significaba jerarquía, opresión e desigualdad. Precisamente por eso, experimentaron una transformación social extremadamente larga y violenta, desde la creación de la Carta Magna, hasta el establecimiento del Estado de Derecho, y luego las revoluciones y la caída del poder monárquico, hasta establecer un consenso básico: las personas comunes deben poder vivir con dignidad. En comparación, la comprensión de la igualdad de todos en la sociedad china ha permanecido durante mucho tiempo en el plano conceptual, sin haberse internalizado realmente en una estructura espiritual estable.
Las discusiones previas sobre la visita del presidente francés Macron a China reflejan precisamente esta diferencia. En Francia, probablemente sería criticado públicamente, ridiculizado e incluso recibido con huevos. La opinión pública en China suele interpretar esto como “caos social”. Pero lo que realmente se pasa por alto es que, en esa sociedad, las personas comunes pueden enfrentarse al poder sin miedo. Sin importar quién sea, el mínimo consenso es: la dignidad humana es igual, y la gente puede hablar de pie. Precisamente por eso, la sociedad occidental mantiene una vigilancia constante sobre el poder. Saben que, una vez que el poder se diviniza y se adora, el precio final siempre lo pagan las personas comunes.
Como alguien señaló: en una sociedad normal, la gran mayoría de las personas no podrán convertirse en una clase privilegiada. Por lo tanto, el objetivo de la sociedad no debe ser hacer que la gente sueñe con “convertirse algún día en noble”, sino establecer, mediante sistemas y reglas, un entorno público relativamente justo.
Si se analiza la realidad histórica en profundidad, se descubre que en cualquier dinastía, quienes vestían ropas lujosas y tenían privilegios eran una minoría. Para la gran mayoría de las personas comunes, su verdadera identidad histórica era la de alguien sin derecho a estar de pie, que necesitaba arrodillarse en el suelo.
En las sociedades feudalistas que exaltan el poder y refuerzan las jerarquías, nadie puede realmente levantarse con la cabeza en alto; en cambio, en las sociedades modernas basadas en el Estado de Derecho, cada individuo puede existir como “persona”. Esto también explica por qué muchos extranjeros en China parecen “ni orgullosos ni sumisos”. No se trata de diferencias de carácter, sino del resultado de haber crecido en diferentes estructuras sociales. En sus sociedades, nadie es sistemáticamente obligado a inclinarse ante nadie.
En la sociedad china, la obediencia al poder, la evitación del conflicto y la autoopresión han sido durante mucho tiempo estrategias de supervivencia consideradas “madurez” y “seguridad”. Esto no es un problema de moral individual, sino un resultado estructural de largo plazo. Por lo tanto, lo que realmente necesita cambiar no es solo la escala económica, el nivel tecnológico o la fuerza nacional integral, sino la comprensión cultural y espiritual de uno mismo.
Si la estructura espiritual sigue basada en jerarquías y adoración, por muy fuertes que sean los recursos materiales, las personas seguirán siendo menospreciadas. Levantarse espiritualmente es la verdadera señal de avanzar hacia la civilización.
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¿Por qué en muchos de los sitios turísticos de China siempre se puede ver a una gran cantidad de personas vestidas con trajes antiguos? La explicación más común es que esto forma parte de la cultura china. Por supuesto, la cultura tradicional merece respeto, pero el problema es: ¿por qué los personajes que se representan repetidamente son casi siempre cortesanas, emperadores, príncipes y nobles, y no personas comunes? Detrás de este fenómeno, en realidad, se refleja una contradicción espiritual de larga data. China ha entrado en la sociedad moderna, pero en el plano espiritual, todavía está profundamente influenciada por las imaginaciones de la sociedad feudal.
Los países occidentales también tienen una historia de nobleza y conservan una gran cantidad de vestimentas y patrimonio arquitectónico de la antigüedad, pero en su comprensión de la “cultura”, rara vez ponen énfasis en la adoración de la propia identidad noble. Por el contrario, enfatizan más los logros del arte, la ciencia, los sistemas y la civilización moderna. La razón radica en que, en la experiencia histórica occidental, la nobleza y el monarquismo no son considerados símbolos dignos de admiración, sino una etapa histórica que debe ser superada.
En Europa, el sistema feudal significaba jerarquía, opresión e desigualdad. Precisamente por eso, experimentaron una transformación social extremadamente larga y violenta, desde la creación de la Carta Magna, hasta el establecimiento del Estado de Derecho, y luego las revoluciones y la caída del poder monárquico, hasta establecer un consenso básico: las personas comunes deben poder vivir con dignidad. En comparación, la comprensión de la igualdad de todos en la sociedad china ha permanecido durante mucho tiempo en el plano conceptual, sin haberse internalizado realmente en una estructura espiritual estable.
Las discusiones previas sobre la visita del presidente francés Macron a China reflejan precisamente esta diferencia. En Francia, probablemente sería criticado públicamente, ridiculizado e incluso recibido con huevos. La opinión pública en China suele interpretar esto como “caos social”. Pero lo que realmente se pasa por alto es que, en esa sociedad, las personas comunes pueden enfrentarse al poder sin miedo. Sin importar quién sea, el mínimo consenso es: la dignidad humana es igual, y la gente puede hablar de pie. Precisamente por eso, la sociedad occidental mantiene una vigilancia constante sobre el poder. Saben que, una vez que el poder se diviniza y se adora, el precio final siempre lo pagan las personas comunes.
Como alguien señaló: en una sociedad normal, la gran mayoría de las personas no podrán convertirse en una clase privilegiada. Por lo tanto, el objetivo de la sociedad no debe ser hacer que la gente sueñe con “convertirse algún día en noble”, sino establecer, mediante sistemas y reglas, un entorno público relativamente justo.
Si se analiza la realidad histórica en profundidad, se descubre que en cualquier dinastía, quienes vestían ropas lujosas y tenían privilegios eran una minoría. Para la gran mayoría de las personas comunes, su verdadera identidad histórica era la de alguien sin derecho a estar de pie, que necesitaba arrodillarse en el suelo.
En las sociedades feudalistas que exaltan el poder y refuerzan las jerarquías, nadie puede realmente levantarse con la cabeza en alto; en cambio, en las sociedades modernas basadas en el Estado de Derecho, cada individuo puede existir como “persona”. Esto también explica por qué muchos extranjeros en China parecen “ni orgullosos ni sumisos”. No se trata de diferencias de carácter, sino del resultado de haber crecido en diferentes estructuras sociales. En sus sociedades, nadie es sistemáticamente obligado a inclinarse ante nadie.
En la sociedad china, la obediencia al poder, la evitación del conflicto y la autoopresión han sido durante mucho tiempo estrategias de supervivencia consideradas “madurez” y “seguridad”. Esto no es un problema de moral individual, sino un resultado estructural de largo plazo. Por lo tanto, lo que realmente necesita cambiar no es solo la escala económica, el nivel tecnológico o la fuerza nacional integral, sino la comprensión cultural y espiritual de uno mismo.
Si la estructura espiritual sigue basada en jerarquías y adoración, por muy fuertes que sean los recursos materiales, las personas seguirán siendo menospreciadas. Levantarse espiritualmente es la verdadera señal de avanzar hacia la civilización.