No des consejos a los demás a la ligera, incluso si realmente deseas que la otra persona esté bien. Esto no es indiferencia, sino respeto por los límites psicológicos y el desarrollo de la personalidad. En psicología existe un término llamado malicia del beneficiario. Los consejos no solicitados son muy fáciles de experimentar como una invasión por parte del receptor. Pero si una persona no te ha pedido ayuda y tú insistes en darle consejos, en su subconsciente suele escuchar tres voces: la primera es que lo que estás haciendo está mal, la segunda es que tú mismo no puedes manejar la situación, y la tercera es que tú sabes más, tienes más experiencia y sabiduría que él. Por eso, incluso si tus intenciones son buenas, la otra persona inconscientemente puede interpretar tu buena voluntad como control, menosprecio o negación, lo cual solo activará sus mecanismos de defensa y no le hará sentir gratitud hacia ti.

Además, muchas veces piensas que la otra persona carece de orientación o consejos, pero en realidad la mayoría de las personas no están preparadas psicológicamente. Si aún no ha llegado a ese momento en el que puede actuar, por más consejos que le des, solo los ignorará y los negará. Cuando la otra persona no actúa según tus sugerencias, es posible que experimentes una sensación de decepción. Puedes sentir que no confía en ti, lo que genera frustración y agotamiento; al mismo tiempo, la otra persona puede sentirse controlada, oprimida, y esto finalmente puede dañar la relación entre ambos. La ayuda verdaderamente poderosa en realidad es acompañar, no señalar el camino. Ser entendido y escuchado en la mayoría de los casos es más útil que recibir consejos o instrucciones. Cuando se respeta la autonomía de una persona, su capacidad de autointegración puede activarse, y también puede comenzar a actuar.