Recientemente recordé una película de animación llamada «Sueño de robot», y realmente me tocó.

La historia es muy simple: un perro vive en Nueva York en los años 80, rodeado de voces y bullicio, pero ese bullicio no tiene nada que ver con él. La vida diaria está segmentada en bloques de tiempo estandarizados — trabajar, volver a casa, comer, dormir — como una línea de producción sin ramas, ciclo tras ciclo.

Hasta que compró un robot.

Bailan, pasean, ven televisión. Aunque todo esto es muy normal, no hay nada especial en ello. Pero lo que realmente importa aquí es — tener alguien que te acompañe a gastar el tiempo. No por un objetivo, no por un resultado, sino por la compañía en sí misma.

Esto me hizo pensar en la lógica fundamental de la comunidad Web3. La tecnología blockchain es importante, pero lo que realmente hace que la gente se quede no es la tecnología en sí. Es esa sensación de ser visto, entendido, acompañado. Es estar frente a una pantalla oscura, sabiendo que hay miles de desconocidos en todo el mundo que ven los mismos datos, piensan en la misma pregunta, invierten en la misma visión.

Quizás esa sea la verdadera esencia de la descentralización — no eliminar los centros, sino permitir que cada persona pueda encontrar a su propio acompañante, formando innumerables comunidades micro, orgánicas y autogestionadas.

La soledad no es un problema. Lo que sí lo es, es que nadie te acompañe en tu camino.