De repente vuelve a ser Nochevieja… y te preguntas a dónde se fue el año.

El tiempo no siempre se sintió así. Cuando eras más joven, los días parecían años, los veranos se alargaban, los hitos parecían lejanos.

Ahora todo se difumina, las semanas desaparecen, los meses pasan sin que te des cuenta y otro año se cierra antes de que hayas procesado completamente el anterior.

No es que el tiempo vaya más rápido, es que la vida es más plena, ruidosa y fragmentada. Estás reaccionando constantemente en lugar de reflexionar.

Lo que da miedo no es envejecer, sino darte cuenta de lo fácil que es dejarse llevar por los años sin decidir conscientemente en qué se invierten.

La mayoría de las personas no pierden el tiempo intencionadamente, lo van perdiendo lentamente… en rutinas, distracciones, 'trabajo' y 'lo haré más tarde'... y lo de más tarde nunca llega.

El Año Nuevo no exige reinventarse, solo es un recordatorio para estar presente antes de que otro año pase silenciosamente sin que te des cuenta.