El mercado de criptomonedas de 2025 es en realidad un microcosmos del ecosistema financiero global. Mirando en conjunto, ese año estuvo lleno de entrelazados de «apuestas de alta certeza» y «reversiones instantáneas»—desde el mercado de bonos de Tokio, el crédito en Nueva York hasta los operadores de divisas en Estambul, el mercado tanto entregó ganancias inesperadas como generó turbulencias severas. El oro alcanzó máximos históricos, mientras que las acciones de los gigantes tradicionales de préstamos hipotecarios experimentaron oscilaciones violentas similares a las de las Meme coins, y las operaciones clásicas de arbitraje colapsaron en un instante.

Detrás de esto, los inversores estaban haciendo apuestas locas en torno a cambios geopolíticos, expansión de balances y narrativas de mercados frágiles. Las bolsas subieron como la espuma, las operaciones de rendimiento se multiplicaron, y las estrategias de criptomonedas dependían en su mayoría de apalancamiento y expectativas, careciendo de un soporte fundamental real. Tras el giro de políticas, los mercados globales primero cayeron y luego se recuperaron, las acciones de defensa en Europa se convirtieron en tendencia, y los especuladores lanzaron olas de entusiasmo. Algunos ganaron mucho, otros perdieron todo cuando la tendencia se revirtió y el financiamiento se agotó.

Para el mundo de las criptomonedas, la lección principal de ese año es muy clara: los proyectos con altas valoraciones y poca estabilidad no pueden soportar una verdadera prueba de mercado. Las operaciones basadas en seguir tendencias funcionaron por un tiempo, pero finalmente fracasaron. De cara a 2026, estos «viejos problemas» siguen siendo una advertencia que cada participante debe tener en cuenta.