Sobrecarga de información, colapso de la confianza—estas dos palabras ahora las puede decir cualquiera. Hace un tiempo, a16z propuso el concepto de «medios de garantía», intentando usar blockchain y incentivos económicos para reparar la credibilidad de los medios. La lógica es muy sencilla: antes de publicar un artículo, se deposita un activo criptográfico; si el contenido se confirma como falso, se confisca, y si es verdadero, se devuelve y aún puede generar beneficios. Suena como si se usara dinero para obligar a decir la verdad—el interés económico y la verificación de hechos se vinculan, construyendo un ecosistema de «ser honesto da más dinero».

Esta idea, a simple vista, ciertamente resulta atractiva. Desde la perspectiva de la teoría de juegos, el sistema de garantía crea un mecanismo de compromiso confiable. Los costos de incumplimiento de los medios tradicionales suelen ser difíciles de precisar y hay que esperar bastante para ver el impacto, pero la garantía en la cadena de bloques es diferente—el costo de ser infiel es inmediato y evidente. Una cantidad suficiente de garantía puede filtrar a muchos trolls malintencionados, elevando el umbral para publicar. La característica inalterable de los contratos inteligentes es como si se le pusiera un motor digital a la antigua regla de «firmar con un documento». Desde un punto de vista puramente racional y económico, es un diseño bastante elegante: usar dinero para restringir las declaraciones, y el código reemplaza la ética profesional difusa.

Pero la realidad no es tan simple. La línea entre verdad y mentira en el mundo real casi nunca es completamente negra o blanca. La mayoría de las noticias controvertidas no son completamente falsas; los problemas suelen estar en la interpretación, en la parcialidad en la selección de material, o en sesgos cognitivos en la dimensión temporal.