El sufrimiento humano suele originarse en intentar interferir en el destino de otros.

El arrepentimiento es la interferencia con el pasado yo (que también es un objeto para el yo presente), la envidia es la interferencia con los demás. Ambos son estructuras similares, ambos tratan sobre la ilusión de control de “hacer que la realidad se ajuste a mí”.

La interferencia y el control son una manifestación del perfeccionismo. Buscar el “yo perfecto”, buscar “el amante que me pertenece exclusivamente”, buscar “emociones puras”, buscar “una existencia única”.

A menudo valoramos demasiado la importancia de un elemento, y estar demasiado cerca de cualquier objeto puede dañar el juicio. Las cosas que hay que hacer, no hacerlas tampoco pasa nada; las cosas que no se pueden completar, intentarlo es haberlas logrado; las cosas que no se pueden perder, se puede vivir incluso habiéndolas perdido.

Enderezar el sujeto, de modo que ya no nos importe si el mundo exterior cumple completamente con mi voluntad. Así, las “imperfecciones” son simplemente una existencia objetiva, y la “perfección” en realidad es la naturaleza innata de todas las cosas.

La ambigüedad y la incertidumbre son nuestras amigas. Solo en la ambigüedad hay un foco, en un momento, en un lugar, en un propósito, en una premisa. Así, el destino sigue mi corazón, pero no proviene de mi control, sino de mi no control. Al eliminar muchos detalles irrelevantes, uno se convierte en el verdadero dueño de sí mismo.

Wu wei y no hacer nada, la máxima virtud es como el agua.