La paradoja que desconcertó a los inversores de valor
Cuando Warren Buffett escribió a los accionistas de Berkshire Hathaway en 1992, hizo una observación sorprendente: “Creemos que el término ‘inversión en valor’ es redundante.” Su mensaje fue claro: toda inversión inteligente, en su esencia, consiste en encontrar valor. Sin embargo, a pesar de esta sabiduría, innumerables inversores han rechazado sistemáticamente oportunidades que resultaron ser algunos de los mayores generadores de riqueza de nuestra era.
Considera esta verdad incómoda: Nvidia (NASDAQ: NVDA) cotizaba con un ratio P/E de 35 en 2019—muy por encima del promedio del S&P 500 de alrededor de 25. Según los estándares tradicionales de inversión en valor, la acción estaba sobrevalorada. La mayoría de los inversores en valor habrían dado la espalda. Y, sin embargo, esta acción “cara” acabaría ofreciendo retornos superiores a 3.000% en los cinco años siguientes, convirtiéndose en la acción de gran capitalización de mejor rendimiento de la última década.
¿Cómo pudo algo percibido como caro convertirse en la ganga del siglo?
La falla fundamental en las métricas retrospectivas
La respuesta revela un punto ciego crítico en la forma en que muchos inversores abordan el valor. La mayoría se basa en métricas financieras que miden el pasado. El ratio P/E, aunque popular, compara el valor de mercado de una empresa con sus ganancias históricas. Responde bien a una pregunta: ¿Es esta empresa barata en relación con lo que ya ha ganado?
Pero aquí está el problema: Compras acciones hoy, no ayer.
Toma dos empresas hipotéticas, ambas valoradas en $50 mil millones. La Empresa A gana $50 millones anualmente, lo que resulta en un P/E de 1.000. La Empresa B gana $5 mil millones, con un P/E de 10. Según métricas tradicionales, la Empresa B parece 100 veces más barata. Pero, ¿y si la Empresa A está a punto de experimentar un crecimiento explosivo, mientras que la Empresa B enfrenta estancamiento? La acción barata podría seguir siendo barata por buenas razones.
Este fue el dilema de Nvidia. En 2019, la capitalización de mercado de la empresa era aproximadamente $100 mil millones. Su ratio P/E de 35 la hacía parecer cara para cualquiera que se centrara únicamente en el rendimiento pasado. Pero los inversores con visión de futuro vieron algo diferente: una empresa posicionada para aprovechar la enorme expansión de la infraestructura de inteligencia artificial.
La evidencia respaldó ese enfoque prospectivo. En el último año, Nvidia generó $100 mil millones en beneficios netos—lo que significa que toda la valoración de 2019 aproximadamente equivale a las ganancias anuales actuales de la empresa. Lo que parecía caro entonces, en retrospectiva, resulta absurdamente barato.
El ingrediente que falta en los cálculos de valor
El propio Buffett proporcionó la clave para resolver esta paradoja en la misma carta de 1992: “El crecimiento siempre es un componente en el cálculo del valor.”
Esta afirmación lo cambia todo. La inversión en valor verdadera no descarta el crecimiento—lo integra. Una acción que cotiza a un múltiplo alto se vuelve defendible si el negocio crece lo suficientemente rápido. Por el contrario, una acción que cotiza a un múltiplo bajo puede ser realmente cara si el negocio está deteriorándose.
El cambio crucial: reemplaza “¿Qué tan barata es esta acción?” por “¿Qué tan barata será esta acción en relación con sus ganancias futuras?”
Las ganancias por acción (EPS) cuentan esta historia mejor que cualquier métrica histórica. Las EPS de Nvidia no solo siguieron el ritmo del aumento del precio de la acción—lo superaron. La transformación de la empresa, de un fabricante de chips bien establecido a un jugador indispensable en la revolución de la IA, creó un crecimiento en ganancias que redefinió fundamentalmente el valor del negocio.
Por qué predecir el futuro es más difícil que medir el pasado
Aquí está la verdad honesta: detectar el Nvidia del mañana es extraordinariamente difícil. Mirar balances y múltiplos de valoración es sencillo. Predecir hacia dónde va la tecnología, cómo evolucionarán los mercados y cómo competirán las empresas es algo completamente distinto.
Incluso los inversores disciplinados se equivocan. El reto no es solo recopilar datos—es sintetizarlos en una visión precisa del futuro. ¿Se materializará la demanda de una industria como se espera? ¿Cambiarán las dinámicas competitivas? ¿Se expandirán o contraerán los márgenes bajo presión?
Cuando las apuestas son tan altas, los errores son inevitables. La capacidad de identificar tendencias emergentes y posicionar el capital en consecuencia distingue a los mejores inversores del resto. Pero también implica aceptar que la convicción y el análisis profundo no garantizan el éxito.
El marco para encontrar los ganadores no descubiertos de hoy
Para identificar posibles candidatos a Nvidia en el futuro entre las acciones a comprar, los inversores necesitan una doble perspectiva:
El componente retrospectivo sigue siendo importante. Examina la rentabilidad, el flujo de caja, la solidez del balance y las tendencias de rendimiento histórico. Esto revela si una empresa ha construido ventajas competitivas sostenibles.
El componente prospectivo es donde la mayoría de los inversores fallan. Pregunta: ¿Qué cambios importantes se avecinan en esta industria? ¿Está esta empresa en una posición única para beneficiarse? ¿Cómo se fortalecerá o debilitará su foso competitivo? ¿Qué ganancias podría generar este negocio en cinco o diez años?
Las mejores acciones para la próxima década podrían cotizar hoy a múltiplos aparentemente caros. Podrían incomodar a los inversores en valor actuales. Pero serán reconocidas como gangas tremendas cuando llegue la retrospectiva—siempre que ejecuten su potencial.
La conclusión no es abandonar la disciplina en la valoración. Es reconocer que valorar sin visión de futuro es una gestión de cartera retrospectiva. El verdadero valor surge cuando anticipas correctamente el futuro y te posicionas en consecuencia.
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Los ganadores de mañana no se parecerán a las acciones de valor tradicionales de hoy
La paradoja que desconcertó a los inversores de valor
Cuando Warren Buffett escribió a los accionistas de Berkshire Hathaway en 1992, hizo una observación sorprendente: “Creemos que el término ‘inversión en valor’ es redundante.” Su mensaje fue claro: toda inversión inteligente, en su esencia, consiste en encontrar valor. Sin embargo, a pesar de esta sabiduría, innumerables inversores han rechazado sistemáticamente oportunidades que resultaron ser algunos de los mayores generadores de riqueza de nuestra era.
Considera esta verdad incómoda: Nvidia (NASDAQ: NVDA) cotizaba con un ratio P/E de 35 en 2019—muy por encima del promedio del S&P 500 de alrededor de 25. Según los estándares tradicionales de inversión en valor, la acción estaba sobrevalorada. La mayoría de los inversores en valor habrían dado la espalda. Y, sin embargo, esta acción “cara” acabaría ofreciendo retornos superiores a 3.000% en los cinco años siguientes, convirtiéndose en la acción de gran capitalización de mejor rendimiento de la última década.
¿Cómo pudo algo percibido como caro convertirse en la ganga del siglo?
La falla fundamental en las métricas retrospectivas
La respuesta revela un punto ciego crítico en la forma en que muchos inversores abordan el valor. La mayoría se basa en métricas financieras que miden el pasado. El ratio P/E, aunque popular, compara el valor de mercado de una empresa con sus ganancias históricas. Responde bien a una pregunta: ¿Es esta empresa barata en relación con lo que ya ha ganado?
Pero aquí está el problema: Compras acciones hoy, no ayer.
Toma dos empresas hipotéticas, ambas valoradas en $50 mil millones. La Empresa A gana $50 millones anualmente, lo que resulta en un P/E de 1.000. La Empresa B gana $5 mil millones, con un P/E de 10. Según métricas tradicionales, la Empresa B parece 100 veces más barata. Pero, ¿y si la Empresa A está a punto de experimentar un crecimiento explosivo, mientras que la Empresa B enfrenta estancamiento? La acción barata podría seguir siendo barata por buenas razones.
Este fue el dilema de Nvidia. En 2019, la capitalización de mercado de la empresa era aproximadamente $100 mil millones. Su ratio P/E de 35 la hacía parecer cara para cualquiera que se centrara únicamente en el rendimiento pasado. Pero los inversores con visión de futuro vieron algo diferente: una empresa posicionada para aprovechar la enorme expansión de la infraestructura de inteligencia artificial.
La evidencia respaldó ese enfoque prospectivo. En el último año, Nvidia generó $100 mil millones en beneficios netos—lo que significa que toda la valoración de 2019 aproximadamente equivale a las ganancias anuales actuales de la empresa. Lo que parecía caro entonces, en retrospectiva, resulta absurdamente barato.
El ingrediente que falta en los cálculos de valor
El propio Buffett proporcionó la clave para resolver esta paradoja en la misma carta de 1992: “El crecimiento siempre es un componente en el cálculo del valor.”
Esta afirmación lo cambia todo. La inversión en valor verdadera no descarta el crecimiento—lo integra. Una acción que cotiza a un múltiplo alto se vuelve defendible si el negocio crece lo suficientemente rápido. Por el contrario, una acción que cotiza a un múltiplo bajo puede ser realmente cara si el negocio está deteriorándose.
El cambio crucial: reemplaza “¿Qué tan barata es esta acción?” por “¿Qué tan barata será esta acción en relación con sus ganancias futuras?”
Las ganancias por acción (EPS) cuentan esta historia mejor que cualquier métrica histórica. Las EPS de Nvidia no solo siguieron el ritmo del aumento del precio de la acción—lo superaron. La transformación de la empresa, de un fabricante de chips bien establecido a un jugador indispensable en la revolución de la IA, creó un crecimiento en ganancias que redefinió fundamentalmente el valor del negocio.
Por qué predecir el futuro es más difícil que medir el pasado
Aquí está la verdad honesta: detectar el Nvidia del mañana es extraordinariamente difícil. Mirar balances y múltiplos de valoración es sencillo. Predecir hacia dónde va la tecnología, cómo evolucionarán los mercados y cómo competirán las empresas es algo completamente distinto.
Incluso los inversores disciplinados se equivocan. El reto no es solo recopilar datos—es sintetizarlos en una visión precisa del futuro. ¿Se materializará la demanda de una industria como se espera? ¿Cambiarán las dinámicas competitivas? ¿Se expandirán o contraerán los márgenes bajo presión?
Cuando las apuestas son tan altas, los errores son inevitables. La capacidad de identificar tendencias emergentes y posicionar el capital en consecuencia distingue a los mejores inversores del resto. Pero también implica aceptar que la convicción y el análisis profundo no garantizan el éxito.
El marco para encontrar los ganadores no descubiertos de hoy
Para identificar posibles candidatos a Nvidia en el futuro entre las acciones a comprar, los inversores necesitan una doble perspectiva:
El componente retrospectivo sigue siendo importante. Examina la rentabilidad, el flujo de caja, la solidez del balance y las tendencias de rendimiento histórico. Esto revela si una empresa ha construido ventajas competitivas sostenibles.
El componente prospectivo es donde la mayoría de los inversores fallan. Pregunta: ¿Qué cambios importantes se avecinan en esta industria? ¿Está esta empresa en una posición única para beneficiarse? ¿Cómo se fortalecerá o debilitará su foso competitivo? ¿Qué ganancias podría generar este negocio en cinco o diez años?
Las mejores acciones para la próxima década podrían cotizar hoy a múltiplos aparentemente caros. Podrían incomodar a los inversores en valor actuales. Pero serán reconocidas como gangas tremendas cuando llegue la retrospectiva—siempre que ejecuten su potencial.
La conclusión no es abandonar la disciplina en la valoración. Es reconocer que valorar sin visión de futuro es una gestión de cartera retrospectiva. El verdadero valor surge cuando anticipas correctamente el futuro y te posicionas en consecuencia.