La criptomercado a las 3 de la madrugada volvió a ofrecer una ola impactante. Cuando un empresario tecnológico publicó en una plataforma social una imagen de un Shiba Inu acompañada del texto "To the mooooonnn!!", Dogecoin (DOGE) se disparó un 800% en solo diez minutos. El tráfico en las plataformas de intercambio se disparó, las discusiones en la comunidad explotaron, y los teléfonos de los inversores minoristas se llenaron de alertas de aumentos continuos — esto no es la primera vez que se presencia cómo la influencia individual impacta en el mercado.
La historia de DOGE en realidad es muy interesante. Esta "moneda de broma" creada en 2013, que inicialmente solo circulaba en comunidades pequeñas, empezó a captar la atención con una serie de movimientos del entusiasta tecnológico: desde un tuit en 2021 que provocó un aumento del 800%, hasta cambiar el logo de las redes sociales por un Shiba Inu y declarar que DOGE sería aceptado como forma de pago. Cada acción lograba mover el mercado con precisión. Los datos muestran que los tuits relacionados en promedio generan un aumento instantáneo del 23.6%. Un emoji, un doble sentido, son suficientes para que la FOMO de los minoristas se descontrole por completo.
Pero el problema es que, tras esta fiesta que parece ser para todos, hay otra serie de reglas ocultas. Las instituciones construyen posiciones en silencio 18 horas antes, cuando el precio alcanza su pico, se colocan 120,000 órdenes de robots por segundo, y luego venden en fases para obtener ganancias. Al final, 600,000 minoristas se liquidan, y 6,000 millones de dólares en riqueza desaparecen en pocas horas. Lo más irónico es que, cuando esta figura influyente cambió de opinión y dijo que DOGE era una "estafa", el precio cayó un 34% de inmediato.
Desde un aumento histórico acumulado de 2306 veces hasta una capitalización que se desplomó de un día para otro, la trayectoria de DOGE refleja un problema profundo en el mercado actual: cuando la influencia personal puede superar los fundamentos, cuando una sola imagen puede decidir el flujo de activos por valor de miles de millones, ¿esto sigue siendo inversión? O quizás, más bien, una fiesta moderna de la especulación — cuanto más loca sea la celebración, más desastrosa será su conclusión.
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La criptomercado a las 3 de la madrugada volvió a ofrecer una ola impactante. Cuando un empresario tecnológico publicó en una plataforma social una imagen de un Shiba Inu acompañada del texto "To the mooooonnn!!", Dogecoin (DOGE) se disparó un 800% en solo diez minutos. El tráfico en las plataformas de intercambio se disparó, las discusiones en la comunidad explotaron, y los teléfonos de los inversores minoristas se llenaron de alertas de aumentos continuos — esto no es la primera vez que se presencia cómo la influencia individual impacta en el mercado.
La historia de DOGE en realidad es muy interesante. Esta "moneda de broma" creada en 2013, que inicialmente solo circulaba en comunidades pequeñas, empezó a captar la atención con una serie de movimientos del entusiasta tecnológico: desde un tuit en 2021 que provocó un aumento del 800%, hasta cambiar el logo de las redes sociales por un Shiba Inu y declarar que DOGE sería aceptado como forma de pago. Cada acción lograba mover el mercado con precisión. Los datos muestran que los tuits relacionados en promedio generan un aumento instantáneo del 23.6%. Un emoji, un doble sentido, son suficientes para que la FOMO de los minoristas se descontrole por completo.
Pero el problema es que, tras esta fiesta que parece ser para todos, hay otra serie de reglas ocultas. Las instituciones construyen posiciones en silencio 18 horas antes, cuando el precio alcanza su pico, se colocan 120,000 órdenes de robots por segundo, y luego venden en fases para obtener ganancias. Al final, 600,000 minoristas se liquidan, y 6,000 millones de dólares en riqueza desaparecen en pocas horas. Lo más irónico es que, cuando esta figura influyente cambió de opinión y dijo que DOGE era una "estafa", el precio cayó un 34% de inmediato.
Desde un aumento histórico acumulado de 2306 veces hasta una capitalización que se desplomó de un día para otro, la trayectoria de DOGE refleja un problema profundo en el mercado actual: cuando la influencia personal puede superar los fundamentos, cuando una sola imagen puede decidir el flujo de activos por valor de miles de millones, ¿esto sigue siendo inversión? O quizás, más bien, una fiesta moderna de la especulación — cuanto más loca sea la celebración, más desastrosa será su conclusión.