¿Las tasas de interés deben mantenerse bloqueadas hasta 2026? No te fijes en los 25bp, eso es solo una apariencia; el peligro real radica en la triple presión de deuda, mercado y política que acosa a la Reserva Federal—Análisis de la lógica profunda del estancamiento estructural de la política monetaria de EE. UU. y su impacto en la valoración global de activos
La firma de inversión Madison Investments publicó recientemente una evaluación estratégica que, en medio de la aparente calma de los mercados financieros, lanzó una bomba. La institución señala claramente: "La Reserva Federal puede mantener las tasas actuales hasta el segundo trimestre de 2026." La razón por la que esta afirmación genera una profunda ansiedad en el mercado no es por su duración en sí misma, sino por el cambio fundamental en la lógica de la política monetaria que revela—esto no es una "pausa en los recortes" tradicional ni una "espera hawkish", sino un estado casi de "bloqueo de tasas" (Rate Freeze): mantenerlas en niveles altos por un largo período, sin cambios, y perder activamente la flexibilidad de política.
Cuando la tasa de referencia de un núcleo económico se mantiene en niveles restrictivos durante más de dos años y medio, su significado trasciende la simple extensión del ciclo de ajuste monetario. Implica que los parámetros de valoración de activos en todo el mercado financiero, los modelos de prima de riesgo y las correlaciones entre activos deberán ser reevaluados de manera sistémica. En comparación con los ajustes cíclicos de subir o bajar tasas, este estado de "estancamiento de política" conlleva riesgos más ocultos, pero también más destructivos. Sin embargo, lo que realmente debe alertar no es esta conclusión en sí, sino la lógica subyacente que la impulsa: la Fed no escoge activamente este camino, sino que se ve forzada a aceptarlo bajo la presión estructural triple de deuda, mercado y política. Este artículo analizará en profundidad los mecanismos de formación de este estancamiento, sus características técnicas, las rutas de transmisión del riesgo sistémico y las implicaciones estratégicas para la asignación global de activos.
1. Limitaciones de las herramientas de política monetaria y formación de la expectativa de "bloqueo de tasas"
El economista jefe de Madison, Saunders, al explicar su juicio, lanza una proposición que el mercado ha pasado por alto: "La política monetaria tiene limitaciones significativas en su impacto en el mercado." La esencia de esta afirmación es una duda radical sobre la eficacia tradicional de la política monetaria. En los últimos cuarenta años, en el manejo del ciclo inflacionario, tanto el mercado como los formuladores de políticas han visto en las tasas de interés la varita mágica para regular la economía—inflación alta, subir tasas para frenar; economía débil, bajar tasas para estimular. Pero los desafíos actuales de EE. UU. no son una sobrecalentamiento cíclico, sino una distorsión estructural profunda.
Específicamente, esta limitación se manifiesta en cuatro dimensiones interrelacionadas:
Primero, la expansión descontrolada del déficit fiscal. La Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) proyecta que en el año fiscal 2024, el déficit federal representará el 6.8% del PIB, muy por encima del promedio histórico. Lo más grave es que esta expansión no es una medida temporal en tiempos de guerra o crisis, sino un desequilibrio estructural en plena plena ocupación. Cuando la política fiscal sigue expandiéndose para contrarrestar la contracción de la política monetaria, la capacidad de las tasas para reducir la demanda total se ve significativamente erosionada. Cada aumento de 1 punto en las tasas de interés puede ser fácilmente compensado por un incremento en el gasto fiscal incentivado por el déficit.
Segundo, la pérdida de anclaje de las expectativas de inflación a largo plazo. Aunque los datos de inflación a corto plazo muestran una caída por efectos base, las expectativas a largo plazo no logran volver a la meta del 2%. La encuesta de la Reserva de Nueva York indica que la mediana de las expectativas de inflación a tres años sigue por encima del 3%. Esta rigidez refleja una profunda desconfianza del mercado en el proceso de desinflación de EE. UU.—cuando la reestructuración de las cadenas de suministro, la transición energética y las tensiones geopolíticas persisten, confiar únicamente en la gestión de la demanda resulta insuficiente para resolver la inflación de costos.
Tercero, el deterioro no lineal del mercado laboral. La baja tasa de desempleo oculta problemas estructurales como la participación laboral persistentemente baja, desequilibrios en la estructura de vacantes y el crecimiento débil de los salarios reales. La aplanamiento de la curva de Phillips significa que la balanza entre frenar la inflación y proteger el empleo se ha comprimido muchísimo. Cualquier ajuste de tasas puede desencadenar dos escenarios adversos: subir las tasas enfriará rápidamente el mercado laboral, y bajarlas podría hacer que las expectativas de inflación se descontrolen y rebote al alza.
Cuarto, el exceso de oferta de bonos del Tesoro y la distorsión en la prima de plazo. Para cubrir los déficits, el Tesoro de EE. UU. debe emitir continuamente más bonos, especialmente de largo plazo. En un contexto donde bancos extranjeros (como el Banco Popular de China y el Banco de Japón) reducen sus tenencias de bonos del Tesoro, y los bancos nacionales enfrentan una disminución en su poder de compra por la salida de depósitos, la demanda por deuda a largo plazo se ve debilitada. Esto rompe el mecanismo de transmisión de la política monetaria: aunque la Fed puede ajustar con precisión la tasa de fondos federales (corto plazo), su influencia sobre las tasas a 10 años o más (largo plazo) se atenúa rápidamente. La "rigidez" de las tasas a largo plazo refleja una valoración del riesgo de sostenibilidad fiscal a largo plazo, no solo expectativas de política monetaria.
Estos problemas estructurales en conjunto hacen que el mercado empiece a reevaluar el espacio de maniobra de la Fed. Cada ajuste en las tasas ya no es solo una gestión cíclica, sino un equilibrio delicado—cada movimiento puede exacerbar las tensiones, y la inacción puede ser la estrategia más segura de "prevención activa". Esta es la raíz de la rápida proliferación de la expectativa de "bloqueo de tasas".
2. La anomalía de la "aumentada pendiente" en la curva de rendimiento: evidencia técnica del debilitamiento de la eficacia de la política monetaria
En un marco clásico, un ciclo de reducción de tasas se reflejaría en una curva de rendimiento que se desplaza hacia abajo y se aplanan: las tasas cortas bajan rápidamente por el ajuste de la política, y las largas también, aunque en menor medida, siguiendo la misma dirección. Sin embargo, lo que muestra el mercado actualmente es anómalo: las tasas cortas, tras las expectativas de recortes, disminuyen, pero las tasas largas no solo no bajan, sino que en las recientes semanas muestran un repunte notable, produciendo una "curva empinada" (Bull Steepening o Bear Steepening) en un patrón confuso.
Este patrón técnico refleja la explosión de tres contradicciones profundas:
Primero, la autorrealización de las expectativas de inflación estructural. Los participantes del mercado saben que la presión inflacionaria actual no puede resolverse solo con gestión de demanda. Factores como la relocalización de cadenas de suministro, la inversión en energía verde, y la fragmentación geopolítica, hacen que la inflación de costos tenga un carácter persistente. Por ello, aunque la Fed reduzca tasas en el corto plazo, el mercado no ajustará sus expectativas de inflación a largo plazo, y en cambio, la percepción de que la política monetaria se está dilatando antes de cumplir con la meta, puede elevar la prima de plazo.
Segundo, la presión continua de la expansión fiscal sobre las tasas largas. Sin signos de reducción en el déficit fiscal, una reducción de tasas disminuiría los costos de la deuda, lo que en teoría incentivaría mayores gastos fiscales. La percepción del mercado es que esto puede generar un aumento en la prima de plazo para compensar el riesgo de monetización futura de la deuda. En este escenario de "dominancia fiscal" (Fiscal Dominance), la política monetaria pierde su independencia, y las tasas largas se convierten en un mecanismo de restricción implícito de la disciplina fiscal.
Tercero, la posible rebaja implícita en la calificación crediticia a largo plazo. Aunque las agencias no han rebajado formalmente la calificación soberana de EE. UU., los precios en el mercado ya reflejan una desconfianza creciente en la capacidad del dólar a mantener su valor a largo plazo. La rigidez en las tasas largas indica una valoración del riesgo de sostenibilidad fiscal, no solo expectativas de política monetaria. La afirmación de Saunders de que "puedes mover la parte corta, pero la larga no te obedece" ilustra esta realidad incómoda.
La anomalía de la curva empinada en las tasas, por tanto, se convierte en un indicador claro de que la eficacia de la política monetaria se está debilitando. El peligro que transmite es que la Fed se está convirtiendo en un "tomador de tasas" solo para el mercado overnight, con influencia limitada en las tasas que realmente afectan el costo de financiamiento a largo plazo, las hipotecas y las inversiones de las empresas. Este fenómeno, más que una simple pausa en los recortes, exige mayor vigilancia.
3. ¿Por qué bloquear hasta 2026? La lógica del congelamiento ante la presión de riesgos sistémicos cuádruples y la política congelada
Mantener las tasas hasta el segundo trimestre de 2026 no se basa en una visión optimista de la economía de EE. UU., sino en una respuesta desesperada a cuatro riesgos sistémicos que se entrelazan en un "cuadrilátero imposible" (Impossible Quadrangle), haciendo que cualquier ajuste de tasas pueda desencadenar al menos una de estas crisis:
Primero, que una reducción rápida de tasas desencadene una crisis de prima de plazo en el mercado de bonos. La bajada de tasas reduciría la diferencia entre tasas cortas y largas, disminuyendo la rentabilidad relativa de los bonos largos y provocando que fondos de pensiones y aseguradoras, con duraciones largas, reduzcan sus posiciones en bonos a largo plazo. En un contexto de oferta en expansión, la menor demanda dispararía las tasas a largo plazo, creando una contracción en la transmisión de la política monetaria: "recorte de tasas y aumento de tasas largas" en un ciclo anómalo que ya ocurrió en la crisis de pensiones en Reino Unido en 2023. Powell sabe que señales agresivas de relajación pueden hacer que el Tesoro sea el principal perjudicado.
Segundo, que una reducción demasiado lenta aumente el riesgo de un aterrizaje duro en el mercado laboral. Aunque la tasa de desempleo todavía esté en mínimos históricos, la calidad del empleo no agrícola se deteriora, con más empleos parciales, salarios en desaceleración y aumento de despidos. La Reserva Federal admitió en su informe del cuarto trimestre de 2023 signos marginales de debilitamiento del mercado laboral, lo que generó una reacción de pánico en los bonos, revelando una nueva contracción en el espacio de maniobra. Mantener tasas altas en una economía claramente desacelerándose puede repetir la historia de la política de Paul Volcker en los 80, sacrificando una profunda recesión para estabilizar la inflación.
Tercero, que la expansión del déficit fiscal y la política monetaria entren en una espiral mortal. En 2024 y 2025, EE. UU. tendrá que emitir más de 2.5 billones de dólares en nueva deuda para cubrir déficits y refinanciar vencimientos. El nivel de tasas será clave: tasas altas aumentan el peso de intereses sobre PIB, disminuyendo la sostenibilidad fiscal; tasas bajas, por el contrario, facilitan la expansión del déficit y la monetización de la deuda. Cualquier decisión de tasas de la Fed será interpretada por el mercado como respaldo o indulgencia con la disciplina fiscal, alimentando expectativas inflacionarias a largo plazo. Este "secuestro fiscal" es un síntoma clásico de la pérdida de efectividad de la política monetaria.
Cuarto, la descoordinación de ciclos monetarios globales y los desequilibrios en los flujos de capital. Los principales bancos centrales del mundo están en un proceso de divergencia sin precedentes: el Banco de Japón intenta salir de tasas negativas y subirlas, el Banco Central Europeo vacila entre la inflación y el crecimiento débil, y otros países como Australia adoptan una política "dependiente de datos". En este escenario, cualquier gran movimiento en las tasas del dólar puede generar fuertes movimientos en el tipo de cambio, causando flujos de capital transfronterizos y afectando a los mercados emergentes, e incluso revirtiendo las condiciones financieras en EE. UU. La Fed tiene que considerar la estabilidad financiera global, limitando aún más su autonomía.
Históricamente, la Fed ha adoptado en diferentes épocas estrategias similares de "congelamiento": en la estanflación de los 70, en la confirmación del auge de productividad en los 90, y tras la crisis del 2008 con tasas bajas prolongadas. Cada período de congelamiento, aunque con contextos diferentes, estuvo marcado por una fuerte volatilidad en los precios de activos y una segmentación significativa en los sectores. La complejidad y urgencia de las circunstancias actuales superan con creces estos antecedentes.
4. La debilidad del mercado laboral: la variable final que puede desencadenar el estancamiento de la política
Entre los factores estructurales, la deteriorada situación del mercado laboral es la última gota que empuja a la Fed a una decisión de "bloqueo". Saunders enfatiza que la reciente admisión de Powell sobre el debilitamiento del mercado laboral ha provocado una reacción en cadena: los bonos, en lugar de caer por expectativas de flexibilización, han mostrado un repunte en la prima de plazo. Este fenómeno contraintuitivo revela un mecanismo clave:
El mercado laboral, como "sistema nervioso central" de la economía, al debilitarse, envía señales contradictorias: por un lado, la desaceleración reduce la presión inflacionaria a corto plazo y abre espacio para políticas más laxas; por otro, la pérdida de dinamismo aumenta las preocupaciones sobre el crecimiento a largo plazo, y los gastos rígidos del gobierno en déficit hacen que una economía más débil requiera aún más endeudamiento, agravando la sostenibilidad de la deuda. La dicotomía "beneficios a corto plazo, riesgos a largo plazo" agrava la pendiente empinada de la curva de rendimiento.
El riesgo de un aterrizaje duro no es simétrico. Con la tasa de vacantes aún por encima de los niveles prepandemia, una caída rápida en la demanda laboral puede traducirse en un aumento no lineal del desempleo. La Fed tiene una tolerancia muy baja a este riesgo, dada la doble misión de empleo y estabilidad de precios, además de la necesidad de evitar una recesión que agrave la deuda pública. Ante señales claras de debilitamiento laboral, sus decisiones se reducirían a un dilema: "recortar tasas que pueden disparar ventas en bonos, o mantenerlas altas y arriesgar una recesión." La estrategia óptima en ese momento sería solo "esperar"—ni subir ni bajar, dejando que los problemas estructurales se resuelvan naturalmente con el tiempo.
El término de Saunders, "el easing será más lento", en realidad transmite un mensaje de resignación: la Fed ya no puede actuar con libertad. La limitación de herramientas, los conflictos entre objetivos y las complejidades del entorno externo configuran una restricción rígida a su política.
5. Reconstrucción del paradigma de inversión: buscar anclas de certidumbre en una "era de vacío político"
Con las tasas bloqueadas hasta 2026, los enfoques tradicionales de asignación de activos basados en ciclos de bancos centrales pierden fuerza. Los inversores deben entender que en los próximos dos años, la narrativa dominante será desplazada por las dinámicas de flujos de capital y las transformaciones estructurales macroeconómicas. En concreto, estos seis ámbitos de activos requerirán una reevaluación profunda:
1. Mercado de bonos a largo plazo: alta volatilidad y prima de plazo. La oferta y la reevaluación del riesgo crediticio harán que los precios de los bonos a 10 años o más reflejen más la sostenibilidad fiscal que las expectativas de política monetaria, aumentando la duración efectiva y reduciendo su carácter de refugio. Se recomienda acortar duraciones, ser sensibles a las diferencias de crédito y usar estrategias de curva para cobertura.
2. Tipo de cambio del dólar: resistencia por tasas estructuralmente altas y riesgos fiscales. La expectativa de tasas elevadas aún otorga ventajas en diferencial, pero las preocupaciones fiscales pueden debilitar el papel del dólar como reserva global. Es probable que el dólar oscile en un rango amplio, sin tendencia clara, y los costos de cobertura cambiaría serán relevantes para los inversores internacionales.
3. Oro y activos digitales: valorización por reserva de valor no soberano. La pérdida de credibilidad de las políticas soberanas y la amenaza de la inflación fiscal favorecen a estos activos como cobertura. Además, su relación con las clases de activos de riesgo puede volverse negativa, convirtiéndolos en herramientas de diversificación clave.
4. Acciones tecnológicas: reevaluación de valoraciones versus calidad de ganancias. La rigidez en las tasas a largo plazo terminará con el auge de las "growth stocks" de largo plazo. La valoración se centrará más en la calidad y estabilidad de los flujos de caja, favoreciendo a empresas con alto poder de fijación de precios y bajo gasto de capital.
5. Mercados emergentes: sensibilidad a cambios en la liquidez global. La alta tasa del dólar y la mayor volatilidad en tipos de cambio provocarán una segmentación: países con cuentas externas sanas, baja deuda y buena disciplina fiscal atraerán capital, mientras los demás sufrirán salidas y depreciaciones.
6. Criptomonedas: indicadores adelantados de liquidez y amplificadores de riesgo. Son altamente sensibles a los cambios en la liquidez global y a los movimientos en el mercado de renta fija. Pueden anticipar o reflejar cambios en el apetito de riesgo antes que los activos tradicionales.
Conclusión: Cuando las herramientas de los bancos centrales se agotan, ¿cómo reescriben los mercados sus reglas de valoración?
La evaluación de Madison revela una verdad inquietante: las herramientas de política monetaria de la Fed están llegando a su límite. El bloqueo de tasas no es una decisión estratégica sino una respuesta pasiva ante la presión de múltiples frentes. Cuando la autoridad monetaria transmite claramente que "ya no puedo mover mucho más", la capacidad de definir las reglas de valoración de activos comienza a transferirse del regulador al mercado.
Entre 2024 y 2026, la verdadera historia del sistema financiero global no será si la Fed sube o baja 25bp, sino cómo los mercados vuelven a valorar los riesgos en un entorno de descontrol fiscal, desequilibrios estructurales y agotamiento del crédito. En este proceso, la certeza será escasa y la "incertidumbre" será la mayor certeza. Los inversores deben abandonar la dependencia en políticas expansivas y construir carteras basadas en flujos de caja, calidad crediticia y coberturas no soberanas, en un escenario de "post-política monetaria".
La historia muestra que cada colapso y reconstrucción de un marco de política monetaria ha implicado grandes transferencias de riqueza. Quienes comprendan primero la lógica del "bloqueo de tasas" y ajusten decididamente su estrategia, podrán obtener ventajas en esta revolución silenciosa.
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¿Las tasas de interés deben mantenerse bloqueadas hasta 2026? No te fijes en los 25bp, eso es solo una apariencia; el peligro real radica en la triple presión de deuda, mercado y política que acosa a la Reserva Federal—Análisis de la lógica profunda del estancamiento estructural de la política monetaria de EE. UU. y su impacto en la valoración global de activos
La firma de inversión Madison Investments publicó recientemente una evaluación estratégica que, en medio de la aparente calma de los mercados financieros, lanzó una bomba. La institución señala claramente: "La Reserva Federal puede mantener las tasas actuales hasta el segundo trimestre de 2026." La razón por la que esta afirmación genera una profunda ansiedad en el mercado no es por su duración en sí misma, sino por el cambio fundamental en la lógica de la política monetaria que revela—esto no es una "pausa en los recortes" tradicional ni una "espera hawkish", sino un estado casi de "bloqueo de tasas" (Rate Freeze): mantenerlas en niveles altos por un largo período, sin cambios, y perder activamente la flexibilidad de política.
Cuando la tasa de referencia de un núcleo económico se mantiene en niveles restrictivos durante más de dos años y medio, su significado trasciende la simple extensión del ciclo de ajuste monetario. Implica que los parámetros de valoración de activos en todo el mercado financiero, los modelos de prima de riesgo y las correlaciones entre activos deberán ser reevaluados de manera sistémica. En comparación con los ajustes cíclicos de subir o bajar tasas, este estado de "estancamiento de política" conlleva riesgos más ocultos, pero también más destructivos. Sin embargo, lo que realmente debe alertar no es esta conclusión en sí, sino la lógica subyacente que la impulsa: la Fed no escoge activamente este camino, sino que se ve forzada a aceptarlo bajo la presión estructural triple de deuda, mercado y política. Este artículo analizará en profundidad los mecanismos de formación de este estancamiento, sus características técnicas, las rutas de transmisión del riesgo sistémico y las implicaciones estratégicas para la asignación global de activos.
1. Limitaciones de las herramientas de política monetaria y formación de la expectativa de "bloqueo de tasas"
El economista jefe de Madison, Saunders, al explicar su juicio, lanza una proposición que el mercado ha pasado por alto: "La política monetaria tiene limitaciones significativas en su impacto en el mercado." La esencia de esta afirmación es una duda radical sobre la eficacia tradicional de la política monetaria. En los últimos cuarenta años, en el manejo del ciclo inflacionario, tanto el mercado como los formuladores de políticas han visto en las tasas de interés la varita mágica para regular la economía—inflación alta, subir tasas para frenar; economía débil, bajar tasas para estimular. Pero los desafíos actuales de EE. UU. no son una sobrecalentamiento cíclico, sino una distorsión estructural profunda.
Específicamente, esta limitación se manifiesta en cuatro dimensiones interrelacionadas:
Primero, la expansión descontrolada del déficit fiscal. La Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) proyecta que en el año fiscal 2024, el déficit federal representará el 6.8% del PIB, muy por encima del promedio histórico. Lo más grave es que esta expansión no es una medida temporal en tiempos de guerra o crisis, sino un desequilibrio estructural en plena plena ocupación. Cuando la política fiscal sigue expandiéndose para contrarrestar la contracción de la política monetaria, la capacidad de las tasas para reducir la demanda total se ve significativamente erosionada. Cada aumento de 1 punto en las tasas de interés puede ser fácilmente compensado por un incremento en el gasto fiscal incentivado por el déficit.
Segundo, la pérdida de anclaje de las expectativas de inflación a largo plazo. Aunque los datos de inflación a corto plazo muestran una caída por efectos base, las expectativas a largo plazo no logran volver a la meta del 2%. La encuesta de la Reserva de Nueva York indica que la mediana de las expectativas de inflación a tres años sigue por encima del 3%. Esta rigidez refleja una profunda desconfianza del mercado en el proceso de desinflación de EE. UU.—cuando la reestructuración de las cadenas de suministro, la transición energética y las tensiones geopolíticas persisten, confiar únicamente en la gestión de la demanda resulta insuficiente para resolver la inflación de costos.
Tercero, el deterioro no lineal del mercado laboral. La baja tasa de desempleo oculta problemas estructurales como la participación laboral persistentemente baja, desequilibrios en la estructura de vacantes y el crecimiento débil de los salarios reales. La aplanamiento de la curva de Phillips significa que la balanza entre frenar la inflación y proteger el empleo se ha comprimido muchísimo. Cualquier ajuste de tasas puede desencadenar dos escenarios adversos: subir las tasas enfriará rápidamente el mercado laboral, y bajarlas podría hacer que las expectativas de inflación se descontrolen y rebote al alza.
Cuarto, el exceso de oferta de bonos del Tesoro y la distorsión en la prima de plazo. Para cubrir los déficits, el Tesoro de EE. UU. debe emitir continuamente más bonos, especialmente de largo plazo. En un contexto donde bancos extranjeros (como el Banco Popular de China y el Banco de Japón) reducen sus tenencias de bonos del Tesoro, y los bancos nacionales enfrentan una disminución en su poder de compra por la salida de depósitos, la demanda por deuda a largo plazo se ve debilitada. Esto rompe el mecanismo de transmisión de la política monetaria: aunque la Fed puede ajustar con precisión la tasa de fondos federales (corto plazo), su influencia sobre las tasas a 10 años o más (largo plazo) se atenúa rápidamente. La "rigidez" de las tasas a largo plazo refleja una valoración del riesgo de sostenibilidad fiscal a largo plazo, no solo expectativas de política monetaria.
Estos problemas estructurales en conjunto hacen que el mercado empiece a reevaluar el espacio de maniobra de la Fed. Cada ajuste en las tasas ya no es solo una gestión cíclica, sino un equilibrio delicado—cada movimiento puede exacerbar las tensiones, y la inacción puede ser la estrategia más segura de "prevención activa". Esta es la raíz de la rápida proliferación de la expectativa de "bloqueo de tasas".
2. La anomalía de la "aumentada pendiente" en la curva de rendimiento: evidencia técnica del debilitamiento de la eficacia de la política monetaria
En un marco clásico, un ciclo de reducción de tasas se reflejaría en una curva de rendimiento que se desplaza hacia abajo y se aplanan: las tasas cortas bajan rápidamente por el ajuste de la política, y las largas también, aunque en menor medida, siguiendo la misma dirección. Sin embargo, lo que muestra el mercado actualmente es anómalo: las tasas cortas, tras las expectativas de recortes, disminuyen, pero las tasas largas no solo no bajan, sino que en las recientes semanas muestran un repunte notable, produciendo una "curva empinada" (Bull Steepening o Bear Steepening) en un patrón confuso.
Este patrón técnico refleja la explosión de tres contradicciones profundas:
Primero, la autorrealización de las expectativas de inflación estructural. Los participantes del mercado saben que la presión inflacionaria actual no puede resolverse solo con gestión de demanda. Factores como la relocalización de cadenas de suministro, la inversión en energía verde, y la fragmentación geopolítica, hacen que la inflación de costos tenga un carácter persistente. Por ello, aunque la Fed reduzca tasas en el corto plazo, el mercado no ajustará sus expectativas de inflación a largo plazo, y en cambio, la percepción de que la política monetaria se está dilatando antes de cumplir con la meta, puede elevar la prima de plazo.
Segundo, la presión continua de la expansión fiscal sobre las tasas largas. Sin signos de reducción en el déficit fiscal, una reducción de tasas disminuiría los costos de la deuda, lo que en teoría incentivaría mayores gastos fiscales. La percepción del mercado es que esto puede generar un aumento en la prima de plazo para compensar el riesgo de monetización futura de la deuda. En este escenario de "dominancia fiscal" (Fiscal Dominance), la política monetaria pierde su independencia, y las tasas largas se convierten en un mecanismo de restricción implícito de la disciplina fiscal.
Tercero, la posible rebaja implícita en la calificación crediticia a largo plazo. Aunque las agencias no han rebajado formalmente la calificación soberana de EE. UU., los precios en el mercado ya reflejan una desconfianza creciente en la capacidad del dólar a mantener su valor a largo plazo. La rigidez en las tasas largas indica una valoración del riesgo de sostenibilidad fiscal, no solo expectativas de política monetaria. La afirmación de Saunders de que "puedes mover la parte corta, pero la larga no te obedece" ilustra esta realidad incómoda.
La anomalía de la curva empinada en las tasas, por tanto, se convierte en un indicador claro de que la eficacia de la política monetaria se está debilitando. El peligro que transmite es que la Fed se está convirtiendo en un "tomador de tasas" solo para el mercado overnight, con influencia limitada en las tasas que realmente afectan el costo de financiamiento a largo plazo, las hipotecas y las inversiones de las empresas. Este fenómeno, más que una simple pausa en los recortes, exige mayor vigilancia.
3. ¿Por qué bloquear hasta 2026? La lógica del congelamiento ante la presión de riesgos sistémicos cuádruples y la política congelada
Mantener las tasas hasta el segundo trimestre de 2026 no se basa en una visión optimista de la economía de EE. UU., sino en una respuesta desesperada a cuatro riesgos sistémicos que se entrelazan en un "cuadrilátero imposible" (Impossible Quadrangle), haciendo que cualquier ajuste de tasas pueda desencadenar al menos una de estas crisis:
Primero, que una reducción rápida de tasas desencadene una crisis de prima de plazo en el mercado de bonos. La bajada de tasas reduciría la diferencia entre tasas cortas y largas, disminuyendo la rentabilidad relativa de los bonos largos y provocando que fondos de pensiones y aseguradoras, con duraciones largas, reduzcan sus posiciones en bonos a largo plazo. En un contexto de oferta en expansión, la menor demanda dispararía las tasas a largo plazo, creando una contracción en la transmisión de la política monetaria: "recorte de tasas y aumento de tasas largas" en un ciclo anómalo que ya ocurrió en la crisis de pensiones en Reino Unido en 2023. Powell sabe que señales agresivas de relajación pueden hacer que el Tesoro sea el principal perjudicado.
Segundo, que una reducción demasiado lenta aumente el riesgo de un aterrizaje duro en el mercado laboral. Aunque la tasa de desempleo todavía esté en mínimos históricos, la calidad del empleo no agrícola se deteriora, con más empleos parciales, salarios en desaceleración y aumento de despidos. La Reserva Federal admitió en su informe del cuarto trimestre de 2023 signos marginales de debilitamiento del mercado laboral, lo que generó una reacción de pánico en los bonos, revelando una nueva contracción en el espacio de maniobra. Mantener tasas altas en una economía claramente desacelerándose puede repetir la historia de la política de Paul Volcker en los 80, sacrificando una profunda recesión para estabilizar la inflación.
Tercero, que la expansión del déficit fiscal y la política monetaria entren en una espiral mortal. En 2024 y 2025, EE. UU. tendrá que emitir más de 2.5 billones de dólares en nueva deuda para cubrir déficits y refinanciar vencimientos. El nivel de tasas será clave: tasas altas aumentan el peso de intereses sobre PIB, disminuyendo la sostenibilidad fiscal; tasas bajas, por el contrario, facilitan la expansión del déficit y la monetización de la deuda. Cualquier decisión de tasas de la Fed será interpretada por el mercado como respaldo o indulgencia con la disciplina fiscal, alimentando expectativas inflacionarias a largo plazo. Este "secuestro fiscal" es un síntoma clásico de la pérdida de efectividad de la política monetaria.
Cuarto, la descoordinación de ciclos monetarios globales y los desequilibrios en los flujos de capital. Los principales bancos centrales del mundo están en un proceso de divergencia sin precedentes: el Banco de Japón intenta salir de tasas negativas y subirlas, el Banco Central Europeo vacila entre la inflación y el crecimiento débil, y otros países como Australia adoptan una política "dependiente de datos". En este escenario, cualquier gran movimiento en las tasas del dólar puede generar fuertes movimientos en el tipo de cambio, causando flujos de capital transfronterizos y afectando a los mercados emergentes, e incluso revirtiendo las condiciones financieras en EE. UU. La Fed tiene que considerar la estabilidad financiera global, limitando aún más su autonomía.
Históricamente, la Fed ha adoptado en diferentes épocas estrategias similares de "congelamiento": en la estanflación de los 70, en la confirmación del auge de productividad en los 90, y tras la crisis del 2008 con tasas bajas prolongadas. Cada período de congelamiento, aunque con contextos diferentes, estuvo marcado por una fuerte volatilidad en los precios de activos y una segmentación significativa en los sectores. La complejidad y urgencia de las circunstancias actuales superan con creces estos antecedentes.
4. La debilidad del mercado laboral: la variable final que puede desencadenar el estancamiento de la política
Entre los factores estructurales, la deteriorada situación del mercado laboral es la última gota que empuja a la Fed a una decisión de "bloqueo". Saunders enfatiza que la reciente admisión de Powell sobre el debilitamiento del mercado laboral ha provocado una reacción en cadena: los bonos, en lugar de caer por expectativas de flexibilización, han mostrado un repunte en la prima de plazo. Este fenómeno contraintuitivo revela un mecanismo clave:
El mercado laboral, como "sistema nervioso central" de la economía, al debilitarse, envía señales contradictorias: por un lado, la desaceleración reduce la presión inflacionaria a corto plazo y abre espacio para políticas más laxas; por otro, la pérdida de dinamismo aumenta las preocupaciones sobre el crecimiento a largo plazo, y los gastos rígidos del gobierno en déficit hacen que una economía más débil requiera aún más endeudamiento, agravando la sostenibilidad de la deuda. La dicotomía "beneficios a corto plazo, riesgos a largo plazo" agrava la pendiente empinada de la curva de rendimiento.
El riesgo de un aterrizaje duro no es simétrico. Con la tasa de vacantes aún por encima de los niveles prepandemia, una caída rápida en la demanda laboral puede traducirse en un aumento no lineal del desempleo. La Fed tiene una tolerancia muy baja a este riesgo, dada la doble misión de empleo y estabilidad de precios, además de la necesidad de evitar una recesión que agrave la deuda pública. Ante señales claras de debilitamiento laboral, sus decisiones se reducirían a un dilema: "recortar tasas que pueden disparar ventas en bonos, o mantenerlas altas y arriesgar una recesión." La estrategia óptima en ese momento sería solo "esperar"—ni subir ni bajar, dejando que los problemas estructurales se resuelvan naturalmente con el tiempo.
El término de Saunders, "el easing será más lento", en realidad transmite un mensaje de resignación: la Fed ya no puede actuar con libertad. La limitación de herramientas, los conflictos entre objetivos y las complejidades del entorno externo configuran una restricción rígida a su política.
5. Reconstrucción del paradigma de inversión: buscar anclas de certidumbre en una "era de vacío político"
Con las tasas bloqueadas hasta 2026, los enfoques tradicionales de asignación de activos basados en ciclos de bancos centrales pierden fuerza. Los inversores deben entender que en los próximos dos años, la narrativa dominante será desplazada por las dinámicas de flujos de capital y las transformaciones estructurales macroeconómicas. En concreto, estos seis ámbitos de activos requerirán una reevaluación profunda:
1. Mercado de bonos a largo plazo: alta volatilidad y prima de plazo. La oferta y la reevaluación del riesgo crediticio harán que los precios de los bonos a 10 años o más reflejen más la sostenibilidad fiscal que las expectativas de política monetaria, aumentando la duración efectiva y reduciendo su carácter de refugio. Se recomienda acortar duraciones, ser sensibles a las diferencias de crédito y usar estrategias de curva para cobertura.
2. Tipo de cambio del dólar: resistencia por tasas estructuralmente altas y riesgos fiscales. La expectativa de tasas elevadas aún otorga ventajas en diferencial, pero las preocupaciones fiscales pueden debilitar el papel del dólar como reserva global. Es probable que el dólar oscile en un rango amplio, sin tendencia clara, y los costos de cobertura cambiaría serán relevantes para los inversores internacionales.
3. Oro y activos digitales: valorización por reserva de valor no soberano. La pérdida de credibilidad de las políticas soberanas y la amenaza de la inflación fiscal favorecen a estos activos como cobertura. Además, su relación con las clases de activos de riesgo puede volverse negativa, convirtiéndolos en herramientas de diversificación clave.
4. Acciones tecnológicas: reevaluación de valoraciones versus calidad de ganancias. La rigidez en las tasas a largo plazo terminará con el auge de las "growth stocks" de largo plazo. La valoración se centrará más en la calidad y estabilidad de los flujos de caja, favoreciendo a empresas con alto poder de fijación de precios y bajo gasto de capital.
5. Mercados emergentes: sensibilidad a cambios en la liquidez global. La alta tasa del dólar y la mayor volatilidad en tipos de cambio provocarán una segmentación: países con cuentas externas sanas, baja deuda y buena disciplina fiscal atraerán capital, mientras los demás sufrirán salidas y depreciaciones.
6. Criptomonedas: indicadores adelantados de liquidez y amplificadores de riesgo. Son altamente sensibles a los cambios en la liquidez global y a los movimientos en el mercado de renta fija. Pueden anticipar o reflejar cambios en el apetito de riesgo antes que los activos tradicionales.
Conclusión: Cuando las herramientas de los bancos centrales se agotan, ¿cómo reescriben los mercados sus reglas de valoración?
La evaluación de Madison revela una verdad inquietante: las herramientas de política monetaria de la Fed están llegando a su límite. El bloqueo de tasas no es una decisión estratégica sino una respuesta pasiva ante la presión de múltiples frentes. Cuando la autoridad monetaria transmite claramente que "ya no puedo mover mucho más", la capacidad de definir las reglas de valoración de activos comienza a transferirse del regulador al mercado.
Entre 2024 y 2026, la verdadera historia del sistema financiero global no será si la Fed sube o baja 25bp, sino cómo los mercados vuelven a valorar los riesgos en un entorno de descontrol fiscal, desequilibrios estructurales y agotamiento del crédito. En este proceso, la certeza será escasa y la "incertidumbre" será la mayor certeza. Los inversores deben abandonar la dependencia en políticas expansivas y construir carteras basadas en flujos de caja, calidad crediticia y coberturas no soberanas, en un escenario de "post-política monetaria".
La historia muestra que cada colapso y reconstrucción de un marco de política monetaria ha implicado grandes transferencias de riqueza. Quienes comprendan primero la lógica del "bloqueo de tasas" y ajusten decididamente su estrategia, podrán obtener ventajas en esta revolución silenciosa.