En el mundo en rápida evolución de la inteligencia artificial, estamos a punto de un cambio profundo. Los agentes de IA, sistemas autónomos capaces de planificar, razonar y ejecutar tareas complejas, ya no son solo herramientas que responden a instrucciones humanas. Están emergiendo como actores independientes en ecosistemas digitales, capaces de transaccionar, colaborar y operar a velocidades mucho mayores que las humanas.
Pero aquí está el problema: la mayoría de los sistemas existentes tratan a estos agentes como humanos glorificados. Pretenden que la IA a
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En el mundo en rápida evolución de la inteligencia artificial, estamos a punto de un cambio profundo. Los agentes de IA, sistemas autónomos capaces de planificar, razonar y ejecutar tareas complejas, ya no son solo herramientas que responden a instrucciones humanas. Están emergiendo como actores independientes en ecosistemas digitales, capaces de transaccionar, colaborar y operar a velocidades mucho mayores que las humanas.
Pero aquí está el problema: la mayoría de los sistemas existentes tratan a estos agentes como humanos glorificados. Pretenden que la IA a