Mucha gente debate si el bitcoin o el oro son la moneda ideal, pero en realidad este tema no tiene sentido.

¿Por qué? Porque en realidad no son monedas, solo uno de los anclajes de la moneda.

Una oferta fija suena muy bien, pero ¿en la práctica? Un desastre. La riqueza se concentraría aún más en manos de unos pocos, los precios entrarían en una deflación continua y las nuevas tecnologías se estancarían por falta de financiación. Toda la economía caería en un estado de rigidez extraña.

Piensa en la época de hace décadas en la que todo se suministraba con cupones: cupones de grano, de carne, de tela, todo con límite. Los precios eran bajos, sí, pero ¿qué podían disfrutar las personas comunes? Ni siquiera podías pescar libremente en el río, solo ciertos grupos podían recibir raciones adicionales.

Eso es la verdadera cara de un modelo deflacionario: en apariencia todo es más barato, pero en la práctica la mayoría ni siquiera puede acceder a los recursos.

Así que deja de obsesionarte con cuál es más perfecto, si el bitcoin o el oro. Su valor reside en ser instrumentos de reserva de valor, no en servir como medio de intercambio cotidiano. Para que las criptomonedas se popularicen de verdad, aún tienen que resolver el equilibrio entre la elasticidad de la oferta y la vitalidad económica.