Dogecoin cumple hoy 12 años.

El 6 de diciembre de 2013, Billy Marcus y Jackson Palmer hicieron una broma: crearon una criptomoneda con la cara de un perro Shiba Inu para satirizar el entonces efervescente mundo de las criptos. ¿El resultado? Este proyecto que comenzó como una broma ahora tiene una capitalización de mercado de 22.000 millones de dólares y ocupa un lugar estable en el top 10 de CoinMarketCap.

Lo más curioso es que, hasta hoy, la biografía de su cuenta oficial en X sigue mostrando esa frase: «Elon Musk thinks we are very cool.»

Y es cierto. Musk no ha dejado de apoyar a Dogecoin todos estos años; basta con que publique un tuit y el precio se dispara como un cohete. A veces sube, a veces se desploma, todo depende de su estado de ánimo.

Visto en retrospectiva, Dogecoin hace mucho que dejó de ser solo un meme. Se ha convertido en parte de la cultura cripto: aunque técnicamente no haya innovado mucho y sus casos de uso sean limitados, su efecto de marca y la cohesión de su comunidad son imparables.

Desde 2013 hasta hoy, este caso demuestra algo: el mercado cripto nunca ha sido puramente racional. Los datos importan, pero las emociones y el consenso colectivo pesan más en las tendencias. Que una broma haya sobrevivido 12 años no es mérito de un whitepaper, sino de la memoria colectiva.