Hace cuatro años, en aquel liquidación forzosa, perdí directamente 800.000.

¿Cómo describir esa sensación? Es como estar al borde de un acantilado, pisar en falso y luego ver cómo caes sin poder hacer nada. La pantalla del móvil se encendía y apagaba, yo miraba ese saldo reducido a cero, sin fuerzas ni siquiera para insultar.

El móvil voló, el teclado quedó destrozado, borré todas las apps de trading. Me pasé un día entero tirado en la cama, con la mente en blanco, aterradoramente vacía. En ese momento pensé que mi relación con las criptomonedas y este mundillo había terminado para siempre.

Pero el ser humano es así de masoquista. Cuanto más quieres olvidar, más arde ese fuego por dentro. No podía tragarme este fracaso: ¿Por qué el mercado podía machacarme así? No me resignaba.

A principios del año pasado, solo me quedaban 1.000U en el bolsillo. Miré esos dígitos y me impuse un objetivo con rabia: esta es la última oportunidad, si vuelvo a estrellarme, me largo para siempre.

Y entonces, llegó el milagro.

De 1.000U a 25.000U, de 25.000U a 120.000U. Como si tuviera un truco secreto, subiendo sin parar. Los de al lado me miraban con envidia, yo mismo no me lo creía.

¿El secreto? Puede que suene aburrido: simplemente dejé de apostar.

Antes iba all-in, ahora el 40% del capital es mi máximo, el resto es mi salvavidas. Por muy tentador que sea el mercado, solo cojo lo que sé que puedo digerir. No intento cazar el suelo, no aguanto pérdidas eternas, no sueño despierto. Si hay que ir largo, largo; si hay que ir corto, corto. Solo opero cuando la probabilidad está de mi lado.

¿Y lo bien que sienta ir a favor de la tendencia? Ganar 6.000U en diez minutos ya es rutina.

¿Y después de ganar dinero? Antes me dejaba llevar, ahora he aprendido. Dejo un 30% para seguir operando, el 70% lo retiro al instante. Las cifras en pantalla no son dinero: solo es real cuando lo tienes en mano.

Así, no solo recuperé los 500.000 perdidos, sino que gané más de 300.000 extra. En ese momento lo entendí de verdad: en el mundo cripto no gana quien más arriesga, sino quien aprende antes a no autodestruirse.

Los que sobreviven, al final ganan cifras absurdas.

No soy ningún gurú ni mentor. Solo soy un jugador normal, que se ha caído, se ha arruinado, ha cometido errores, pero ha vuelto a levantarse a pulso.

Ahora solo quiero rodearme de un tipo de gente: los que están dispuestos a despertar, a cambiar, a entender que "las reglas importan más que el mercado".

Si de verdad estás preparado, ven. Este camino de recuperación, lo recorreremos juntos.