Crypto ha llegado a este estado lamentable y, la verdad, aquí no hay ningún inocente.
Los VC buscan multiplicar su inversión para salir rápido, los equipos de los proyectos lanzan tokens para sacar tajada, los exchanges hacen la vista gorda a cambio de las tarifas de listado, los medios y KOLs solo piensan en el tráfico y las monedas, y los pequeños inversores se aferran a la fe en multiplicar por cien. Entre todos, han convertido “no tener escrúpulos” en la cultura del sector.
En esencia, todo se resume en una frase: este mundillo es demasiado tolerante con los estafadores.
No solo no se les señala y condena, sino que una y otra vez se les encumbra como los nuevos reyes de la narrativa.
El resultado es que la mala moneda expulsa a la buena, una generación tras otra de incautos acaba desplumada y solo entonces se dan cuenta de que todo eso de “cambiar el paradigma”, “potencial de multiplicar por mil” o “protocolo gordo” no eran más que trampas.
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Crypto ha llegado a este estado lamentable y, la verdad, aquí no hay ningún inocente.
Los VC buscan multiplicar su inversión para salir rápido, los equipos de los proyectos lanzan tokens para sacar tajada, los exchanges hacen la vista gorda a cambio de las tarifas de listado, los medios y KOLs solo piensan en el tráfico y las monedas, y los pequeños inversores se aferran a la fe en multiplicar por cien. Entre todos, han convertido “no tener escrúpulos” en la cultura del sector.
En esencia, todo se resume en una frase: este mundillo es demasiado tolerante con los estafadores.
No solo no se les señala y condena, sino que una y otra vez se les encumbra como los nuevos reyes de la narrativa.
El resultado es que la mala moneda expulsa a la buena, una generación tras otra de incautos acaba desplumada y solo entonces se dan cuenta de que todo eso de “cambiar el paradigma”, “potencial de multiplicar por mil” o “protocolo gordo” no eran más que trampas.