Ser humilde para admitir errores, pero nunca arrepentirse verdaderamente.
Esta es una verdad que comprendí cuando era estudiante, y ahora en el trabajo hago lo mismo: los jefes no golpean a quien les sonríe.
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Ser humilde para admitir errores, pero nunca arrepentirse verdaderamente.
Esta es una verdad que comprendí cuando era estudiante, y ahora en el trabajo hago lo mismo: los jefes no golpean a quien les sonríe.