Cada reunión familiar, es el mismo guion. El tío se sienta con su pavo. "Entonces... ¿cómo va eso de Bitcoin?" El primo interrumpe desde el otro lado de la mesa. "Sí, ¿no se cayó eso o algo así?"

Y aquí estoy. Tenedor en una mano, la paciencia desgastándose en la otra. Tratando de explicar que "crypto" no es una entidad monolítica, que aquí hay tecnología real, casos de uso reales. Pero no—vieron un titular sobre una caída de precios y de repente todos son asesores financieros.

¿Este Día de Acción de Gracias? Ya estoy redactando respuestas en mi cabeza. Tal vez solo sonría y cambie de tema a fútbol. O pretenda que de repente estoy muy interesado en la nueva dieta de la tía Karen. Cualquier cosa menos otra conversación de "¿entonces, se te ha acabado el dinero?".

El espacio se mueve rápido. Los proyectos evolucionan. La infraestructura se construye. Pero las narrativas en la mesa de la cena familiar? Esas están atascadas en 2017. Y, honestamente, podría perder la cabeza si tengo que escuchar "¿no es eso solo dinero falso?" una vez más mientras paso el puré de papas.