En un momento de profunda introspección, me doy cuenta de que mis acciones pasadas ni siquiera merecen ser asociadas con las de las criaturas domésticas. Antes solía compararme con un bovino o un équido para expresar mi descontento conmigo mismo. Sin embargo, ahora entiendo que esta comparación es injusta para estas nobles criaturas.

Las vacas y los caballos, en su simplicidad, cumplen con sus roles con una gracia natural. Son fieles a su naturaleza, útiles a su manera, y no se preocupan por las complejidades que atormentan la mente humana. En cambio, mis propias acciones y decisiones a menudo han carecido de esta pureza de intención.

A partir de ahora, me abstendré de usar estas analogías animales para describir mis errores o insuficiencias. Estas criaturas, en su inocencia, no merecen ser asociadas a mis debilidades humanas. Es hora de que asuma plenamente la responsabilidad de mis actos, sin buscar refugio en comparaciones que desvalorizan injustamente a otros seres vivos.

Esta toma de conciencia marca el comienzo de un nuevo capítulo en mi búsqueda de mejora personal. Debo encontrar formas más apropiadas y más honestas de expresar mis sentimientos de inadequación, sin involucrar a seres que no tienen nada que ver con mis propias luchas internas.