Suena la alarma. Por un segundo permaneces inmóvil, con los ojos cerrados, fingiendo que no has escuchado nada.
Tu cuerpo sabe que es lunes antes que tu mente.
Te incorporas como un robot. Los mismos movimientos de siempre. Ducha rápida, café instantáneo, ropa que elegiste la noche anterior porque por la mañana no tienes energía ni para eso.
Miras por la ventana: todavía está oscuro. Te preguntas cuándo fue la última vez que viste amanecer sin prisa.
Metro línea 6. 7.45 AM.
Reconoces las caras de siempre. El señor del traje gris que lee el mismo periódico. La chica de los auriculares rojos que nunca sonríe. El hombre mayor que se queda dormido de pie.
Todos con la misma expresión: vacía.
Nadie habla. Nadie mira a nadie. Todos miran las pantallas de sus teléfonos como si fuera una medicina contra la realidad.
Tú también sacas el móvil. Instagram. La primera historia: un influencer en Dubái. "Living the dream", pone.
Deslizas la pantalla, ves a tu amigo Juan presumiendo de su nuevo BMW. "Todo es posible", escribió con tres emojis de fuego.
Sabes que Juan vive con sus padres y financió su coche 8 años por 600 euros al mes, pero su foto tiene 340 likes y 47 comentarios diciéndole "máquina" y "crack"."
Oficina. 9.00 AM.
"Buenos días", dices con una sonrisa que no sientes.
"Buenos días", te responden con sonrisas que tampoco sienten.
Te sientas en la misma silla, enciendes el mismo ordenador, abres los mismos programas.
A tu derecha, María lleva 12 años haciendo lo mismo. A tu izquierda, Carlos cuenta los días para las próximas vacaciones... que fueron hace dos meses.
Miras el reloj: 9.07 AM. Faltan 8 horas y 53 minutos.
Pausa del café. 11.30 AM.
1,50€ por un café que sabe a agua con colorante.
Recuerdas cuando costaba 1€. Ahora todo cuesta más, pero tu sueldo sigue siendo el mismo desde hace dos años.
El jefe dice que "la empresa está pasando dificultades". Pero ayer se compró una vivienda nueva en primera línea de mar.
Vuelves a tu escritorio. Instagram otra vez. Una influencer te explica por qué deberías "amarte más" y "vivir el momento". Lo dice desde su casa de 300 metros cuadrados.
Le das like. Por un segundo te sientes inspirado.
Luego vuelves a mirar la pantalla del ordenador y la inspiración muere.
14.00 PM. Hora de comer.
Menú del día: 15€. El mismo que el año pasado costaba 12€.
Comes solo, mirando el móvil. Un vídeo de un chico de 25 años que se ha retirado porque "invirtió en crypto". Otro de una chica que viaja por el mundo "trabajando desde el portátil".
Te sientes idiota por estar aquí, comiendo solo, gastando dinero que no tienes en comida que no te gusta.
Pero mañana repetirás exactamente lo mismo.
18.00 PM.
Ocho horas después, sales de la oficina con la misma sensación de siempre: has estado ocupado todo el día pero no has hecho nada importante.
Tu vida se ha reducido a contestar emails sobre cosas que no importan, a reuniones que no deciden nada, a informes que nadie lee.
Caminas hacia el metro. El mismo camino de siempre. Pasas por delante del concesionario de coches. Te paras dos segundos a mirar ese Audi que nunca podrás permitirte.
En el escaparate del banco, el cartel anuncia hipotecas al "mejor precio del mercado". 300.000€ a 30 años. Solo 1.200€ al mes.
Haces cálculos rápidos en tu cabeza: trabajar 30 años para pagar una casa que al final costará 430.000€.
Supermercado. 19.00 PM.
Carrito pequeño. Lista mental de lo imprescindible.
Leche: 1,20€. El mes pasado costaba 1,10€.
Pan: 1,50€. Antes 1,30€.
Cada producto que coges es más caro que la última vez. Tu móvil tiene calculadora, pero no te atreves a usarla. Prefieres no saber cuánto te va a costar sobrevivir este mes.
En la cola, la señora de delante discute con la cajera porque no le da el dinero para pagar. Le faltan 3€. Tiene que dejar el jamón.
Piensas en tu madre. En tus abuelos. En la pensión que nunca llegará.
Casa. 20.30 PM.
Abres la puerta. Tu pareja está viendo la tele, agotada después de su propio día de carrera de ratas.
"¿Qué tal el día?", pregunta sin mirarte.
"Bien", mientes.
Cenas en silencio. Los dos miráis el móvil mientras coméis. Ella ve videos de parejas felices. Tú ves videos de gente que se ha hecho rica "con un método revolucionario".
Os vais a dormir a las 23.00. Mañana hay que madrugar.
Antes de cerrar los ojos, abres Instagram una vez más. Subes una foto con tu pareja. "Relaxing at home ❤️", escribes.
22 likes. Apagas la luz.
6.30 AM. Martes.
Suena la alarma.
Exactamente igual que ayer. Exactamente igual que hace 5 años. Exactamente igual que será mañana.
Te incorporas como un robot. Los mismos movimientos. La misma rutina.
Metro. Oficina. Pausa. Comida. Trabajo. Casa.
Y entre medias, Instagram. Fingiendo que tu vida es interesante. Fingiendo que eres feliz. Fingiendo que esto tiene sentido.
Viernes por la noche.
"Por fin viernes", dices. Como si fuera una victoria.
Has sobrevivido otra semana. Te has ganado 40 horas de libertad antes de volver al lunes.
Sales a cenar. 25€ por persona. Pides la segunda cerveza aunque sabes que no deberías. Haces una foto del plato. "Friday mood", escribes.
El sábado lo pasas limpiando la casa y haciendo recados. El domingo, ansiedad porque mañana es lunes.
Has gastado 50€ en dos días para "disfrutar" de tu tiempo libre.
Lunes otra vez.
6.30 AM. La misma alarma. El mismo despertar.
Miras la cuenta del banco en el móvil. 300€ hasta fin de mes. Quedan 10 días.
Haces números mentalmente. Gasolina, comida, gastos básicos. Vas justo.
Como siempre.
Te levantas. Ducha. Café. Metro.
Un año después.
Sigues levantándote a las 6.30 AM.
El café cuesta 1,70€. La gasolina subió 20 céntimos. Tu sueldo sigue igual.
María, la de tu derecha, se jubiló. Cobra 630€ de pensión después de 35 años cotizando. No le llega ni para el alquiler.
A tu derecha ahora se sienta un chico de 22 años. Tiene la misma mirada que tenías tú hace 10 años. Lleno de esperanza. Piensa que es temporal.
Le das 5 años antes de que se le muera la luz en los ojos.
Cinco años después.
Sigues en la misma silla.
El chico de 22 años ahora tiene 27. Ya no sonríe por las mañanas.
Tu hipoteca lleva 8 años. Te quedan 22. Has pagado 115.000€ y todavía debes 180.000€.
En Instagram, un influencer de 21 años muestra su Lamborghini. "Mindset is everything", dice.
Tienes 40 años. La mitad de tu vida activa ya se ha ido.
¿Para qué?
Despertar.
Una mañana, suena la alarma a las 6.30 AM y algo es diferente.
No te levantas inmediatamente.
Te quedas ahí, mirando el techo, y por primera vez en años te haces la pregunta real:
"¿Qué estoy haciendo con mi vida?"
No la apartas. No la ignoras. No abres Instagram para distraerte.
Te quedas con la pregunta.
Y de repente lo entiendes todo.
Esto no es vida. Es supervivencia.
No eres libre. Eres un esclavo más del sistema.
No estás construyendo un futuro. Estás pagando el presente de otros.
La carrera de la rata termina cuando decides salir de la rueda. Cuando decides despertar.
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6.30 AM. Lunes.
Suena la alarma. Por un segundo permaneces inmóvil, con los ojos cerrados, fingiendo que no has escuchado nada.
Tu cuerpo sabe que es lunes antes que tu mente.
Te incorporas como un robot. Los mismos movimientos de siempre. Ducha rápida, café instantáneo, ropa que elegiste la noche anterior porque por la mañana no tienes energía ni para eso.
Miras por la ventana: todavía está oscuro. Te preguntas cuándo fue la última vez que viste amanecer sin prisa.
Metro línea 6. 7.45 AM.
Reconoces las caras de siempre. El señor del traje gris que lee el mismo periódico. La chica de los auriculares rojos que nunca sonríe. El hombre mayor que se queda dormido de pie.
Todos con la misma expresión: vacía.
Nadie habla. Nadie mira a nadie. Todos miran las pantallas de sus teléfonos como si fuera una medicina contra la realidad.
Tú también sacas el móvil. Instagram. La primera historia: un influencer en Dubái. "Living the dream", pone.
Deslizas la pantalla, ves a tu amigo Juan presumiendo de su nuevo BMW. "Todo es posible", escribió con tres emojis de fuego.
Sabes que Juan vive con sus padres y financió su coche 8 años por 600 euros al mes, pero su foto tiene 340 likes y 47 comentarios diciéndole "máquina" y "crack"."
Oficina. 9.00 AM.
"Buenos días", dices con una sonrisa que no sientes.
"Buenos días", te responden con sonrisas que tampoco sienten.
Te sientas en la misma silla, enciendes el mismo ordenador, abres los mismos programas.
A tu derecha, María lleva 12 años haciendo lo mismo. A tu izquierda, Carlos cuenta los días para las próximas vacaciones... que fueron hace dos meses.
Miras el reloj: 9.07 AM. Faltan 8 horas y 53 minutos.
Pausa del café. 11.30 AM.
1,50€ por un café que sabe a agua con colorante.
Recuerdas cuando costaba 1€. Ahora todo cuesta más, pero tu sueldo sigue siendo el mismo desde hace dos años.
El jefe dice que "la empresa está pasando dificultades". Pero ayer se compró una vivienda nueva en primera línea de mar.
Vuelves a tu escritorio. Instagram otra vez. Una influencer te explica por qué deberías "amarte más" y "vivir el momento". Lo dice desde su casa de 300 metros cuadrados.
Le das like. Por un segundo te sientes inspirado.
Luego vuelves a mirar la pantalla del ordenador y la inspiración muere.
14.00 PM. Hora de comer.
Menú del día: 15€. El mismo que el año pasado costaba 12€.
Comes solo, mirando el móvil. Un vídeo de un chico de 25 años que se ha retirado porque "invirtió en crypto". Otro de una chica que viaja por el mundo "trabajando desde el portátil".
Te sientes idiota por estar aquí, comiendo solo, gastando dinero que no tienes en comida que no te gusta.
Pero mañana repetirás exactamente lo mismo.
18.00 PM.
Ocho horas después, sales de la oficina con la misma sensación de siempre: has estado ocupado todo el día pero no has hecho nada importante.
Tu vida se ha reducido a contestar emails sobre cosas que no importan, a reuniones que no deciden nada, a informes que nadie lee.
Caminas hacia el metro. El mismo camino de siempre. Pasas por delante del concesionario de coches. Te paras dos segundos a mirar ese Audi que nunca podrás permitirte.
En el escaparate del banco, el cartel anuncia hipotecas al "mejor precio del mercado". 300.000€ a 30 años. Solo 1.200€ al mes.
Haces cálculos rápidos en tu cabeza: trabajar 30 años para pagar una casa que al final costará 430.000€.
Supermercado. 19.00 PM.
Carrito pequeño. Lista mental de lo imprescindible.
Leche: 1,20€. El mes pasado costaba 1,10€.
Pan: 1,50€. Antes 1,30€.
Cada producto que coges es más caro que la última vez. Tu móvil tiene calculadora, pero no te atreves a usarla. Prefieres no saber cuánto te va a costar sobrevivir este mes.
En la cola, la señora de delante discute con la cajera porque no le da el dinero para pagar. Le faltan 3€. Tiene que dejar el jamón.
Piensas en tu madre. En tus abuelos. En la pensión que nunca llegará.
Casa. 20.30 PM.
Abres la puerta. Tu pareja está viendo la tele, agotada después de su propio día de carrera de ratas.
"¿Qué tal el día?", pregunta sin mirarte.
"Bien", mientes.
Cenas en silencio. Los dos miráis el móvil mientras coméis. Ella ve videos de parejas felices. Tú ves videos de gente que se ha hecho rica "con un método revolucionario".
Os vais a dormir a las 23.00. Mañana hay que madrugar.
Antes de cerrar los ojos, abres Instagram una vez más. Subes una foto con tu pareja. "Relaxing at home ❤️", escribes.
22 likes. Apagas la luz.
6.30 AM. Martes.
Suena la alarma.
Exactamente igual que ayer. Exactamente igual que hace 5 años. Exactamente igual que será mañana.
Te incorporas como un robot. Los mismos movimientos. La misma rutina.
Metro. Oficina. Pausa. Comida. Trabajo. Casa.
Y entre medias, Instagram. Fingiendo que tu vida es interesante. Fingiendo que eres feliz. Fingiendo que esto tiene sentido.
Viernes por la noche.
"Por fin viernes", dices. Como si fuera una victoria.
Has sobrevivido otra semana. Te has ganado 40 horas de libertad antes de volver al lunes.
Sales a cenar. 25€ por persona. Pides la segunda cerveza aunque sabes que no deberías. Haces una foto del plato. "Friday mood", escribes.
El sábado lo pasas limpiando la casa y haciendo recados. El domingo, ansiedad porque mañana es lunes.
Has gastado 50€ en dos días para "disfrutar" de tu tiempo libre.
Lunes otra vez.
6.30 AM. La misma alarma. El mismo despertar.
Miras la cuenta del banco en el móvil. 300€ hasta fin de mes. Quedan 10 días.
Haces números mentalmente. Gasolina, comida, gastos básicos. Vas justo.
Como siempre.
Te levantas. Ducha. Café. Metro.
Un año después.
Sigues levantándote a las 6.30 AM.
El café cuesta 1,70€. La gasolina subió 20 céntimos. Tu sueldo sigue igual.
María, la de tu derecha, se jubiló. Cobra 630€ de pensión después de 35 años cotizando. No le llega ni para el alquiler.
A tu derecha ahora se sienta un chico de 22 años. Tiene la misma mirada que tenías tú hace 10 años. Lleno de esperanza. Piensa que es temporal.
Le das 5 años antes de que se le muera la luz en los ojos.
Cinco años después.
Sigues en la misma silla.
El chico de 22 años ahora tiene 27. Ya no sonríe por las mañanas.
Tu hipoteca lleva 8 años. Te quedan 22. Has pagado 115.000€ y todavía debes 180.000€.
En Instagram, un influencer de 21 años muestra su Lamborghini. "Mindset is everything", dice.
Tienes 40 años. La mitad de tu vida activa ya se ha ido.
¿Para qué?
Despertar.
Una mañana, suena la alarma a las 6.30 AM y algo es diferente.
No te levantas inmediatamente.
Te quedas ahí, mirando el techo, y por primera vez en años te haces la pregunta real:
"¿Qué estoy haciendo con mi vida?"
No la apartas. No la ignoras. No abres Instagram para distraerte.
Te quedas con la pregunta.
Y de repente lo entiendes todo.
Esto no es vida. Es supervivencia.
No eres libre. Eres un esclavo más del sistema.
No estás construyendo un futuro. Estás pagando el presente de otros.
La carrera de la rata termina cuando decides salir de la rueda. Cuando decides despertar.
Pero, primero tienes que tomar acción.
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