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Bitcoin nació como un auténtico outsider. No fue producto del ingenio de Silicon Valley ni de las altas esferas de la banca central. Su llegada, tras la Gran Crisis Financiera, resultó tan oportuna como disruptiva.
Satoshi Nakamoto, el enigmático creador, publicó un whitepaper en una lista de correo cypherpunk proponiendo una red de pagos entre pares que pudiera esquivar el sistema financiero dañado tras 2008.
Bitcoin era “dinero F-you”, una apuesta directa contra rescates, quiebras bancarias y el control centralizado. Los pioneros se consideraban renegados digitales, construyendo la infraestructura de una nueva libertad financiera. Sin censura, sin fronteras y libre de los vaivenes oficiales y los fracasos institucionales. Satoshi publicó el 17 de enero de 2009:
“Quizá tenga sentido hacerse con algunos por si acaso tiene éxito. Si suficiente gente piensa igual, eso se convierte en una profecía autocumplida.”
En apenas 15 años, Bitcoin pasó de un whitepaper geek a una red monetaria global valorada en más de 2 billones de dólares. La aceptación regulatoria, antes un horizonte lejano, finalmente se hizo visible: primero tímidamente, luego con aprobación pública. El Secretario del Tesoro de EE. UU., Scott Bessant, señaló en el aniversario de Bitcoin:
“17 años después del whitepaper, la red de Bitcoin sigue funcionando y es más resiliente que nunca. Bitcoin nunca se apaga.”
Cada hito —lanzamiento de ETF spot, miles de millones asignados por Wall Street, leyes aprobadas en Washington o la presencia de Bitcoin en los balances de empresas cotizadas— ha hecho que el rebelde original conquiste todas las cumbres.
Pero la legitimidad trae una amenaza más lenta: la relevancia. Las tecnologías revolucionarias solo viven mientras sus historias conecten. Y la próxima generación no está comprando esa narrativa.
La necrológica de Bitcoin se ha convertido en un género manido (o incluso en una industria). Desde la ambigüedad del código inicial, el hackeo de Mt. Gox, la prohibición de la minería en China, los golpes regulatorios hasta la amenaza de la computación cuántica, han existido más de 450 titulares proclamando la muerte de Bitcoin.
Warren Buffett, el “Oráculo de Omaha”, lo definió como “veneno para ratas al cuadrado”. Jamie Dimon ironizaba:
“Siempre he estado totalmente en contra de las criptos, Bitcoin, etc. El único uso real que tiene es para criminales, traficantes de drogas… blanqueo de dinero, evasión fiscal… Yo, si fuera el gobierno, lo cerraría.”
Cada crisis, sin embargo, parece reforzar el sistema inmunitario de Bitcoin. Tras cada susto regulatorio, incidente de seguridad o mercado bajista, la red persiste, los bloques siguen sumándose y surge una nueva narrativa: Bitcoin es imparable.
La fe en ello se ha extendido tanto que incluso el presidente ruso Vladimir Putin lo ha afirmado oficialmente:
“¿Bitcoin, quién puede prohibirlo? Nadie. ¿Y quién puede impedir el uso de otros medios electrónicos de pago? Nadie, porque son nuevas tecnologías.”
Bitcoin es ahora el sucesor espiritual del oro para la generación digital millennial: antifrágil y, si la supervivencia cuenta, inmortal.
Pero como explicó el CSO de Casa y experto en seguridad de Bitcoin Jameson Lopp a CryptoSlate, el verdadero riesgo para Bitcoin no es la innovación tecnológica ni la batalla regulatoria. En 2025, es la apatía: no hay suficientes jóvenes que se preocupen.
Los ‘Zoomers’, nacidos entre iPhones e Instagram, criados con YouTube y TikTok, y adultos en plena fatiga del “capitalismo tardío”, están cambiando las reglas del juego económico.
Un graduado medio de Gen-Z se enfrenta a salarios estancados, difícil acceso a hipoteca, empleos de entrada en vías de extinción y niveles récord de deuda con tarjeta. Cuando “el futuro” es solo el próximo sueldo, ¿para qué guardar valor para mañana? Sean Ristau, vicepresidente de activos digitales en InvestiFi, lo explicó a CryptoSlate:
“Bitcoin empezó como un reto directo al sistema financiero, una forma de protesta. Ahora es más parecido al oro digital, controlado por ballenas y bancos. Para los jóvenes que sufren inflación, deuda y costes crecientes, esa imagen no conecta.”
A pesar de su fuerza en el mercado, Bitcoin parece demasiado boomer para muchos Gen-Z. Sus primeros defensores tienen las cicatrices de 2008, mientras los Zoomers solo conocen acciones meme, opciones de Robinhood y tokens de perros.
El director de inversiones de ProCap BTC y asesor de Bitwise, Jeff Park, advierte que la narrativa de Bitcoin debe cambiar. Gen-Z busca sentido, defiende, y no coberturas contra la inflación:
“Al final, la tesis de Bitcoin se derrumba si los jóvenes no compran.”
En un reciente podcast de What Bitcoin Did, American HODL reconocía:
“Es realmente un gran problema que Gen-Z no se interese lo suficiente por Bitcoin porque son demasiado nihilistas. Hay que seguir llegando a ellos, sacudirles y decirles: “Tío, haz algo ahora antes de que sea tarde”, por su propio bien y por autopreservación. Es ambas cosas.”
Las diferencias políticas en torno a Bitcoin nunca han sido tan acusadas. Cuando la administración Biden intensificó Choke Point 2.0 contra empresas cripto, la consigna fue “cripto malo, control bueno”.
Por el contrario, republicanos MAGA, libertarios y centristas moderados ven en Bitcoin una bandera de independencia fiscal y regeneración nacional.
Pero los Zoomers desconectan. Prefieren comunidades online donde la solidaridad pesa más que la especulación. La política de Bitcoin, antes símbolo de libertad frente al poder, ahora lucha contra la ansiedad económica y la desconfianza en DC y en cualquier institución. Park advertía:
“Por eso los candidatos socialistas no defienden Bitcoin en las elecciones – no por miedo al ‘establishment’, sino porque creen que les perjudica. Y eso es claramente negativo. Bitcoin y Mamdani tienen que ser el mismo proyecto para que Bitcoin triunfe, no Bitcoin y Ackman.”
Mientras Trump y cada vez más republicanos ven Bitcoin como tecnología patriótica, los Gen-Z de izquierdas prefieren referentes como Zohran Mamdani. Bitcoin se percibe como un negocio libertario (o incluso peor), parte del viejo establishment. Muy lejos de su pasado rebelde.
La promesa original de Bitcoin —libertad frente a los bancos, ahorro a prueba de inflación y seguridad digital— apenas entusiasma a los jóvenes. Para ellos, el dinero es menos una muralla y más puntos en un juego sin fin: siempre en movimiento. Jamie Elkaleh, directora de marketing de Bitget Wallet, lo resumía para CryptoSlate:
“La cultura inversora de Gen-Z es más rápida, social y memética. Prefieren los tokens de comunidad, activos ligados a inteligencia artificial y economías de creadores porque son participativos y se ajustan a su vida digital.
Los jóvenes ven Bitcoin como un activo para fondos y tesorerías, no como una plataforma para participar. La narrativa de “oro digital” da seguridad y prestigio, pero le falta el componente interactivo y el propósito que define la relación financiera de esta generación.”
Ristau añadía:
“La tenencia de cripto crece rápido (más de la mitad de Gen-Z ha poseído activos digitales), pero Bitcoin sigue siendo cosa de mayores, ricos y hombres. Los jóvenes buscan otra cosa: memecoins con propósito, tokens ligados a inteligencia artificial, proyectos sociales y de videojuegos que sean divertidos, útiles o comunitarios. ¿Por qué esa desconexión?”
¿Es raro que los menores de 25 estén desencantados con el mundo y su papel en él? Inflación alta, dificultad para crear riqueza y ninguna confianza en las instituciones de sus padres.
Sin embargo, esta situación podría impulsar la próxima ola de adopción. Grant Cardone, director ejecutivo de Cardone Capital, lo decía en CryptoSlate:
“No hay ‘dilema juvenil’ en Bitcoin. El problema real no es la edad de los tenedores, sino la mentalidad. Gen-Z ha aprendido a tradear memes en vez de construir patrimonio. Buscan dinero rápido, no dinero legado. Bitcoin está hecho para quienes piensan a largo plazo y entienden que el control, la escasez y la libertad crean riqueza.”
Así, el “problema demográfico” de Bitcoin se vuelve una oportunidad. Una nueva generación lista para reclamar la propiedad digital. Elkaleh lo subrayaba:
“El reto juvenil de Bitcoin es la distancia entre su madurez institucional y su relevancia cultural. La tenencia entre los jóvenes no ha desaparecido, pero su primer contacto es cada vez más con activos culturales, no con BTC. Instituciones y ETFs han dado credibilidad a Bitcoin, pero han desplazado su epicentro fuera de las comunidades online.”
¿Cómo puede Bitcoin superar su base envejecida y atraer a creadores, gamers y emprendedores digitales de Gen-Z? La respuesta está en utilidad, confianza y cultura. Cardone lo tiene claro:
“Bitcoin no debe ‘cambiar’ para Gen-Z; Gen-Z debe despertar a Bitcoin. Lo que lo hará atractivo será educación, empoderamiento y experiencia.”
Ristau defiende que el foco debe estar en la utilidad de Bitcoin y sus casos de uso globales. Como señala:
“Cobertura contra la inflación, libertad financiera y remesas globales más baratas son puntos clave. Las remesas cripto han crecido más de un 400 % en los últimos años. Esa historia debe estar en primer plano.”
Elkaleh insiste en rejuvenecer la narrativa de Bitcoin y centrarla en la utilidad:
“Igual de importante es refrescar el relato. El marco de ‘oro digital’ convence a instituciones e inversores a largo plazo, pero no explica la utilidad humana de Bitcoin. Para los jóvenes, Bitcoin es relevante por lo que les permite hacer: privacidad, autocustodia, resistencia a la censura y transacciones con causa. Relacionar estos principios con experiencias concretas, como remesas o donaciones comunitarias, puede hacer que Bitcoin signifique algo más allá del precio.”
Bitcoin ha superado más amenazas existenciales que cualquier creación digital, sobrevive a las predicciones sombrías de Wall Street y a la presión regulatoria. Pero su mayor peligro es perder la chispa de los jóvenes: los rebeldes, soñadores y constructores que le dieron alma.
De que Bitcoin se convierta en una reliquia o en dinero transformador dependerá, como siempre, de quién tenga el impulso de llevar la antorcha.
La supervivencia del “dinero de la libertad” exige pasar de la narrativa heredada a una historia con significado. Bitcoin nunca debió ser aburrido. Para prosperar en la próxima década, debe sentirse imprescindible, no solo valioso.





