La esencia de la sociedad es explotar continuamente a los pobres de abajo hasta llevarlos al colapso.
Esta sociedad está diseñada para dificultar la vida de los pobres: cuanto más pobre eres, más te pisa la sociedad, hasta hundirte del todo; cuanto más dinero tienes, más disfrutas. Todos te empujan, te alzan en palanquín.
Cuando los hermanos comprenden la regla de “el fuerte siempre se hace más fuerte”, y entienden que “cambiar tu posición en el sistema” es el único camino de salida, invertir periódicamente en oro y BTC es el paso clave para convertir la conciencia despierta en acción real.
Esta regla no la enseñan en la escuela, ni la entienden los padres; solo podemos descubrirla por nosotros mismos, a base de golpes y fracasos.
Entonces, ¿cuál es realmente esta regla fundamental?
En pocas palabras: “estratificación y explotación en cada nivel”.
El superior explota al inferior, el fuerte explota al débil.
La razón por la que la sociedad está estructurada así, con niveles y explotación en cada uno, es porque los recursos son intrínsecamente escasos: hay plazas limitadas en buenas escuelas, pocos puestos en las mejores industrias, márgenes de beneficio limitados, oportunidades de desarrollo limitadas.
En un contexto de recursos limitados, los fuertes naturalmente utilizan sus recursos, información y contactos para consolidar su posición.
Los débiles solo pueden aceptar un destino peor, forzados por la falta de información y recursos.
No es una cuestión moral, es una cuestión estructural.
Por eso, los hijos de los ricos aprenden a “planificar con antelación, reducir errores y mejorar la calidad de sus elecciones”.
Mientras que los hijos de la gente corriente aprenden más bien a “equivocarse por obligación, a aceptar por obligación, a asumir costes por obligación”.
La diferencia entre personas no empieza con el esfuerzo, sino con la posibilidad de evitar rodeos.
Con el tiempo, se forma un sistema dinámico y estable de “el fuerte siempre más fuerte, el débil siempre más débil”.
Ellos dominan cómo crear capital con capital, intercambiar contactos por contactos, e incluso proteger sus intereses a través de la creación de reglas.
Por eso, cuanto más abajo estés, más sentirás la explotación y opresión de la sociedad; todo está lleno de mala intención.
¿Crees que esto es cruel?
Mira la naturaleza: el león destroza a la gacela, no hay justicia, solo reglas. Los fuertes ponen en aprietos a los débiles; es parte de la ley natural, y la sociedad humana no es diferente: solo ha cambiado los colmillos por sistemas, relaciones y recursos.
Esta regla se refleja claramente en nuestras vidas: desde el principio, existe una brecha inevitable entre los hijos de los pobres y los hijos de los ricos.
Este “origen” determina directamente la dirección futura del niño.
Los hijos de los ricos, antes de cumplir los 18 años, ya han asimilado las reglas sociales gracias a la base material y la orientación de sus padres.
Sus padres saben perfectamente a qué escuela deben ir, qué carrera estudiar, en qué sector trabajar en el futuro y a qué personas conocer.
Por eso, rara vez se desvían.
En los veinte años dorados de su vida, arrancan desde la línea de salida acumulando capital, contactos y conocimiento.
En cambio, los hijos de los pobres tienen que explorar por sí mismos.
¿Cómo ganar dinero? ¿Cómo sobrevivir en la sociedad? ¿Cómo entender las relaciones de interés entre personas? No lo saben.
Así que solo pueden depender de sí mismos. Tropezar y equivocarse es su único modo de aprender.
Pero el coste de equivocarse es altísimo: consume lo más valioso, el tiempo y la juventud.
Una realidad cruel es que el periodo clave de la vida es muy corto, aproximadamente de los 20 a los 35 años, esos quince años en los que tu energía, capacidad de aprendizaje y físico están en su mejor momento, el momento de luchar por el “crecimiento”.
Después de los 35, dependes más del “stock” acumulado en los primeros quince años —experiencia, activos, contactos— para competir.
Pero los hijos de los pobres suelen despertar demasiado tarde. Cuando por fin, tras mucho esfuerzo, empiezan a entender un poco las reglas a los treinta o cuarenta años, se dan cuenta de que su época dorada ya pasó.
Una persona corriente sin el apoyo familiar, bajo estas reglas, suele recorrer un camino vital lleno de dificultades:
Infancia y estudios: enfrenta la falta de recursos materiales, de información y de apoyo emocional. Ya sea la carencia material, informativa o espiritual.
Después de más de diez años de duro estudio, logra entrar en la universidad, pero debe soportar el doloroso contraste de la brecha de riqueza.
Y durante los estudios, tal vez aún tenga que buscar trabajos a tiempo parcial para sobrevivir. Esta comparación te duele constantemente, recordándote la desigualdad del mundo.
Mientras los hijos de los ricos pasan las vacaciones en campamentos de verano en EE.UU. o viajando por Europa, los padres de los de clase media apenas pueden juntar el dinero para el próximo semestre.
Primer empleo: al final, llegas al mundo laboral con tu título y tus sueños, pensando que podrás cambiar tu destino.
Pero la realidad es que después de enviar cientos de currículums, solo consigues un trabajo de unos pocos miles de euros al mes.
Te levantas temprano cada día para ir en metro, alquilas piso, vendes tu juventud por un sueldo que apenas te da para vivir después de pagar impuestos y alquiler.
¿Ahorrar dinero? Eso es un sueño imposible. Sientes que tu vida se consume inútilmente.
Con la edad, tienes que aguantar el humor de jefes pequeños, aprendes lo que es el “entorno laboral”. Ves cómo asciende el compañero menos capaz, solo por adular, o cómo tu superior, poco competente, se mantiene en el puesto.
Empiezas a entender qué es la explotación: una gran parte de tu esfuerzo no se convierte en tu salario, sino en el beneficio del jefe o la empresa.
Te sientes oprimido e injustamente tratado, pero no te atreves a dejar el trabajo porque necesitas ese sueldo para pagar el alquiler y la comida.
Al final, te conviertes en un engranaje del sistema, vendiendo tu juventud por poco, soportando explotación e injusticia, pero sin atreverte a irte por sobrevivir.
Ese trabajo suele estar muy lejos de la “carrera” que imaginabas: es trivial, repetitivo, incluso sin sentido.
Formar una familia: finalmente, llegas a la edad de casarte. Las llamadas de tus padres pasan de “¿cómo va el trabajo?” a “¿cuándo te casas?”.
La presión tradicional de “formar una familia” y las miradas de familiares y vecinos te azotan como un látigo invisible.
Por eso el pobre es tan triste. ¿Por qué?
Para casarse, gasta todos sus ahorros de años. Sus padres gastan el suyo. Sus abuelos también.
Para casarse, gasta los ahorros de tres generaciones en una casa, la entrada, un coche pequeño, la hipoteca... y ni siquiera se atreve a gastar en gasolina.
Llegado este punto, puedes colapsar, llorar, rezar, maldecir a la sociedad.
¿Qué culpa tienen los jóvenes? ¿Por qué deben cargar con tanto peso?
No has hecho nada mal.
Simplemente siempre has vivido en una “jaula”, pasivamente.
En realidad, para la gente corriente, da igual la época: siempre estás solo entre cuatro paredes y es muy difícil romper la jaula.
Porque la educación y conocimiento que recibes solo te enseña a ser un engranaje más.
Nunca te enseñan cómo apoderarte, cómo luchar, cómo escalar, cómo ser de los de arriba.
Aquellos formados en la “fábrica” universitaria suelen descubrir que lo aprendido no encaja con la realidad, cayendo en una gran confusión.
El sistema social solo muestra su belleza y privilegios a quienes tienen dinero y poder; a los pobres y a los de abajo, les enseña sus colmillos más feroces y crueles.
Especialmente para los jóvenes pobres y sin experiencia, los golpes de la sociedad nunca llegan tarde.
Por eso, quienes no tienen contactos ni respaldo familiar están condenados a recibir muchos golpes.
Porque no puedes ver enseguida las reglas, y sin verlas, no encuentras la forma correcta de ganar dinero; sin dinero, tu interior se vuelve ansioso, vacío y estéril, cayendo en un círculo vicioso.
Entiendo perfectamente esa sensación de fractura interna de muchos amigos. Cada instante de esperanza y ganas de mejorar, por culpa de la realidad, acaba convertido en un disparo contra uno mismo.
Entonces, al comprender esta regla fría y cruel, ¿qué hacer? ¿Resignarse?
Por supuesto que no.
Este sistema parece un muro de acero, pero no está exento de grietas. La experiencia histórica nos dice que los verdaderos “rompedores de reglas” son aquellos que antes que nadie ven las reglas y se atreven a utilizarlas.
Las emociones y quejas no cambian nada, porque no alteran la realidad determinada por los recursos y la estructura.
El primer paso para romper el juego es volcar toda la energía de la queja en estudiar las reglas.
La verdadera ruptura viene de una lógica sencilla pero implacable:
No puedes cambiar el sistema, pero puedes cambiar tu posición en él.
Por eso siempre hay personas corrientes que logran abrirse camino.
El primer paso es el despertar cognitivo: comprender a fondo las reglas de funcionamiento de la sociedad y la lógica del dinero.
El segundo paso es elegir: escoger sectores y trayectorias profesionales en auge.
El tercer paso es gestionar relaciones, abandonar la mentalidad de debilidad y entender que la esencia de las relaciones humanas es el intercambio de valor.
No se vuelven fuertes de repente, sino que poco a poco se sitúan en una posición desde la que pueden “entender y aprovechar las reglas”.
Tu sufrimiento y lucha de hoy no es solo por ti: es para todo tu linaje, para la próxima generación, acumulando capital.
Eres la primera generación que quiere romper el ciclo.
Por eso, debes forjar una autoconfianza central de “solo yo soy el rey”: no es arrogancia ni desprecio a los demás, sino una autoafirmación y fe absoluta.
En el camino hacia tus metas, tienes que establecer una autoconfianza inamovible. Tu valor, objetivos y camino los defines y defiendes tú mismo, sin cambiar fácilmente por la presión, dudas o dificultades externas.
Debes convertirte en el primer león de tu familia: afilar tus garras, ser el jefe, abrir territorios, convertirte en el “rey león” de tu clan.
Vivimos en este mundo, y ya que estamos aquí, debemos seguir el camino de los humanos: ganar dinero, ser de los de arriba.
¿Por qué? ¿Por qué aspirar a estar arriba?
Así que “ser de los de arriba” no es un eslogan ni un chute de motivación.
Su esencia es permitirte, en este juego, pasar de la pasividad al control, de ser explotado a ser quien decide, de dejarte llevar a tener capacidad de elección.
Cuando te consolidas, tienes recursos, palabra y poder de elección, asciendes automáticamente a un nivel superior.
En ese momento comprendes:
Ser de los de arriba no es pisotear a otros, sino dejar de ser pisoteado por el mundo.
Y al final descubrirás que el núcleo de invertir periódicamente en oro y BTC es el mismo que el de “ser de los de arriba”: no es para pisar a otros, sino para dejar de estar atado por las reglas.
Cuando, gracias a la inversión periódica, acumules tus propios activos, tengas confianza para no preocuparte por el alquiler, tengas el poder de rechazar horas extras sin sentido, entonces habrás pasado de “ser explotado pasivamente” a tomar el control.
Y eso es, en última instancia, el sentido de romper el juego para la gente corriente: no derrocar el sistema, sino usar herramientas ajenas a las reglas para abrir una puerta para ti y tu descendencia, una puerta que permita mejorar sin tener que pelear a muerte.
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林染
· hace5h
8888888888888888888888888
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LearningTheSeaOfCoins
· hace8h
El mundo cripto casi se acaba
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Seskas
· hace8h
Mantén fuerte 💪
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ICoinCircle
· hace21h
Yo me fío de ti, 👻, viejo tramposo, eres muy malo, ¿cómo voy a invertir sin dinero, eh? 😏
La esencia de la sociedad es explotar continuamente a los pobres de abajo hasta llevarlos al colapso.
Esta sociedad está diseñada para dificultar la vida de los pobres: cuanto más pobre eres, más te pisa la sociedad, hasta hundirte del todo; cuanto más dinero tienes, más disfrutas. Todos te empujan, te alzan en palanquín.
Cuando los hermanos comprenden la regla de “el fuerte siempre se hace más fuerte”, y entienden que “cambiar tu posición en el sistema” es el único camino de salida, invertir periódicamente en oro y BTC es el paso clave para convertir la conciencia despierta en acción real.
Esta regla no la enseñan en la escuela, ni la entienden los padres; solo podemos descubrirla por nosotros mismos, a base de golpes y fracasos.
Entonces, ¿cuál es realmente esta regla fundamental?
En pocas palabras: “estratificación y explotación en cada nivel”.
El superior explota al inferior, el fuerte explota al débil.
La razón por la que la sociedad está estructurada así, con niveles y explotación en cada uno, es porque los recursos son intrínsecamente escasos: hay plazas limitadas en buenas escuelas, pocos puestos en las mejores industrias, márgenes de beneficio limitados, oportunidades de desarrollo limitadas.
En un contexto de recursos limitados, los fuertes naturalmente utilizan sus recursos, información y contactos para consolidar su posición.
Los débiles solo pueden aceptar un destino peor, forzados por la falta de información y recursos.
No es una cuestión moral, es una cuestión estructural.
Por eso, los hijos de los ricos aprenden a “planificar con antelación, reducir errores y mejorar la calidad de sus elecciones”.
Mientras que los hijos de la gente corriente aprenden más bien a “equivocarse por obligación, a aceptar por obligación, a asumir costes por obligación”.
La diferencia entre personas no empieza con el esfuerzo, sino con la posibilidad de evitar rodeos.
Con el tiempo, se forma un sistema dinámico y estable de “el fuerte siempre más fuerte, el débil siempre más débil”.
Ellos dominan cómo crear capital con capital, intercambiar contactos por contactos, e incluso proteger sus intereses a través de la creación de reglas.
Por eso, cuanto más abajo estés, más sentirás la explotación y opresión de la sociedad; todo está lleno de mala intención.
¿Crees que esto es cruel?
Mira la naturaleza: el león destroza a la gacela, no hay justicia, solo reglas. Los fuertes ponen en aprietos a los débiles; es parte de la ley natural, y la sociedad humana no es diferente: solo ha cambiado los colmillos por sistemas, relaciones y recursos.
Esta regla se refleja claramente en nuestras vidas: desde el principio, existe una brecha inevitable entre los hijos de los pobres y los hijos de los ricos.
Este “origen” determina directamente la dirección futura del niño.
Los hijos de los ricos, antes de cumplir los 18 años, ya han asimilado las reglas sociales gracias a la base material y la orientación de sus padres.
Sus padres saben perfectamente a qué escuela deben ir, qué carrera estudiar, en qué sector trabajar en el futuro y a qué personas conocer.
Por eso, rara vez se desvían.
En los veinte años dorados de su vida, arrancan desde la línea de salida acumulando capital, contactos y conocimiento.
En cambio, los hijos de los pobres tienen que explorar por sí mismos.
¿Cómo ganar dinero? ¿Cómo sobrevivir en la sociedad? ¿Cómo entender las relaciones de interés entre personas? No lo saben.
Así que solo pueden depender de sí mismos. Tropezar y equivocarse es su único modo de aprender.
Pero el coste de equivocarse es altísimo: consume lo más valioso, el tiempo y la juventud.
Una realidad cruel es que el periodo clave de la vida es muy corto, aproximadamente de los 20 a los 35 años, esos quince años en los que tu energía, capacidad de aprendizaje y físico están en su mejor momento, el momento de luchar por el “crecimiento”.
Después de los 35, dependes más del “stock” acumulado en los primeros quince años —experiencia, activos, contactos— para competir.
Pero los hijos de los pobres suelen despertar demasiado tarde. Cuando por fin, tras mucho esfuerzo, empiezan a entender un poco las reglas a los treinta o cuarenta años, se dan cuenta de que su época dorada ya pasó.
Una persona corriente sin el apoyo familiar, bajo estas reglas, suele recorrer un camino vital lleno de dificultades:
Infancia y estudios: enfrenta la falta de recursos materiales, de información y de apoyo emocional. Ya sea la carencia material, informativa o espiritual.
Después de más de diez años de duro estudio, logra entrar en la universidad, pero debe soportar el doloroso contraste de la brecha de riqueza.
Y durante los estudios, tal vez aún tenga que buscar trabajos a tiempo parcial para sobrevivir. Esta comparación te duele constantemente, recordándote la desigualdad del mundo.
Mientras los hijos de los ricos pasan las vacaciones en campamentos de verano en EE.UU. o viajando por Europa, los padres de los de clase media apenas pueden juntar el dinero para el próximo semestre.
Primer empleo: al final, llegas al mundo laboral con tu título y tus sueños, pensando que podrás cambiar tu destino.
Pero la realidad es que después de enviar cientos de currículums, solo consigues un trabajo de unos pocos miles de euros al mes.
Te levantas temprano cada día para ir en metro, alquilas piso, vendes tu juventud por un sueldo que apenas te da para vivir después de pagar impuestos y alquiler.
¿Ahorrar dinero? Eso es un sueño imposible. Sientes que tu vida se consume inútilmente.
Con la edad, tienes que aguantar el humor de jefes pequeños, aprendes lo que es el “entorno laboral”. Ves cómo asciende el compañero menos capaz, solo por adular, o cómo tu superior, poco competente, se mantiene en el puesto.
Empiezas a entender qué es la explotación: una gran parte de tu esfuerzo no se convierte en tu salario, sino en el beneficio del jefe o la empresa.
Te sientes oprimido e injustamente tratado, pero no te atreves a dejar el trabajo porque necesitas ese sueldo para pagar el alquiler y la comida.
Al final, te conviertes en un engranaje del sistema, vendiendo tu juventud por poco, soportando explotación e injusticia, pero sin atreverte a irte por sobrevivir.
Ese trabajo suele estar muy lejos de la “carrera” que imaginabas: es trivial, repetitivo, incluso sin sentido.
Formar una familia: finalmente, llegas a la edad de casarte. Las llamadas de tus padres pasan de “¿cómo va el trabajo?” a “¿cuándo te casas?”.
La presión tradicional de “formar una familia” y las miradas de familiares y vecinos te azotan como un látigo invisible.
Por eso el pobre es tan triste. ¿Por qué?
Para casarse, gasta todos sus ahorros de años. Sus padres gastan el suyo. Sus abuelos también.
Para casarse, gasta los ahorros de tres generaciones en una casa, la entrada, un coche pequeño, la hipoteca... y ni siquiera se atreve a gastar en gasolina.
Llegado este punto, puedes colapsar, llorar, rezar, maldecir a la sociedad.
¿Qué culpa tienen los jóvenes? ¿Por qué deben cargar con tanto peso?
No has hecho nada mal.
Simplemente siempre has vivido en una “jaula”, pasivamente.
En realidad, para la gente corriente, da igual la época: siempre estás solo entre cuatro paredes y es muy difícil romper la jaula.
Porque la educación y conocimiento que recibes solo te enseña a ser un engranaje más.
Nunca te enseñan cómo apoderarte, cómo luchar, cómo escalar, cómo ser de los de arriba.
Aquellos formados en la “fábrica” universitaria suelen descubrir que lo aprendido no encaja con la realidad, cayendo en una gran confusión.
El sistema social solo muestra su belleza y privilegios a quienes tienen dinero y poder; a los pobres y a los de abajo, les enseña sus colmillos más feroces y crueles.
Especialmente para los jóvenes pobres y sin experiencia, los golpes de la sociedad nunca llegan tarde.
Por eso, quienes no tienen contactos ni respaldo familiar están condenados a recibir muchos golpes.
Porque no puedes ver enseguida las reglas, y sin verlas, no encuentras la forma correcta de ganar dinero; sin dinero, tu interior se vuelve ansioso, vacío y estéril, cayendo en un círculo vicioso.
Entiendo perfectamente esa sensación de fractura interna de muchos amigos. Cada instante de esperanza y ganas de mejorar, por culpa de la realidad, acaba convertido en un disparo contra uno mismo.
Entonces, al comprender esta regla fría y cruel, ¿qué hacer? ¿Resignarse?
Por supuesto que no.
Este sistema parece un muro de acero, pero no está exento de grietas. La experiencia histórica nos dice que los verdaderos “rompedores de reglas” son aquellos que antes que nadie ven las reglas y se atreven a utilizarlas.
Las emociones y quejas no cambian nada, porque no alteran la realidad determinada por los recursos y la estructura.
El primer paso para romper el juego es volcar toda la energía de la queja en estudiar las reglas.
La verdadera ruptura viene de una lógica sencilla pero implacable:
No puedes cambiar el sistema, pero puedes cambiar tu posición en él.
Por eso siempre hay personas corrientes que logran abrirse camino.
El primer paso es el despertar cognitivo: comprender a fondo las reglas de funcionamiento de la sociedad y la lógica del dinero.
El segundo paso es elegir: escoger sectores y trayectorias profesionales en auge.
El tercer paso es gestionar relaciones, abandonar la mentalidad de debilidad y entender que la esencia de las relaciones humanas es el intercambio de valor.
No se vuelven fuertes de repente, sino que poco a poco se sitúan en una posición desde la que pueden “entender y aprovechar las reglas”.
Tu sufrimiento y lucha de hoy no es solo por ti: es para todo tu linaje, para la próxima generación, acumulando capital.
Eres la primera generación que quiere romper el ciclo.
Por eso, debes forjar una autoconfianza central de “solo yo soy el rey”: no es arrogancia ni desprecio a los demás, sino una autoafirmación y fe absoluta.
En el camino hacia tus metas, tienes que establecer una autoconfianza inamovible. Tu valor, objetivos y camino los defines y defiendes tú mismo, sin cambiar fácilmente por la presión, dudas o dificultades externas.
Debes convertirte en el primer león de tu familia: afilar tus garras, ser el jefe, abrir territorios, convertirte en el “rey león” de tu clan.
Vivimos en este mundo, y ya que estamos aquí, debemos seguir el camino de los humanos: ganar dinero, ser de los de arriba.
¿Por qué? ¿Por qué aspirar a estar arriba?
Así que “ser de los de arriba” no es un eslogan ni un chute de motivación.
Su esencia es permitirte, en este juego, pasar de la pasividad al control, de ser explotado a ser quien decide, de dejarte llevar a tener capacidad de elección.
Cuando te consolidas, tienes recursos, palabra y poder de elección, asciendes automáticamente a un nivel superior.
En ese momento comprendes:
Ser de los de arriba no es pisotear a otros, sino dejar de ser pisoteado por el mundo.
Y al final descubrirás que el núcleo de invertir periódicamente en oro y BTC es el mismo que el de “ser de los de arriba”: no es para pisar a otros, sino para dejar de estar atado por las reglas.
Cuando, gracias a la inversión periódica, acumules tus propios activos, tengas confianza para no preocuparte por el alquiler, tengas el poder de rechazar horas extras sin sentido, entonces habrás pasado de “ser explotado pasivamente” a tomar el control.
Y eso es, en última instancia, el sentido de romper el juego para la gente corriente: no derrocar el sistema, sino usar herramientas ajenas a las reglas para abrir una puerta para ti y tu descendencia, una puerta que permita mejorar sin tener que pelear a muerte.
¡Ánimo!